miércoles, 3 de septiembre de 2008

Mi cosecha

Aunque camine por este mundo, con zapatos de mendigo o de rey, mi alma es la misma desde el principio.

Ni los conocimientos que he cosechado durante el tiempo, me servirán para evadir el momento de mi último aliento.

Lo que tuve, solamente me ha servido para que mi cuerpo se pose en un lugar seguro y amable, el dinero me ha permitido tener y ver cosas que otros jamás verán, pero más allá de eso no tengo nada.

Mis conocimientos me han permitido hablar de cosas delante de los demás, para que sepan que he estudiado; y he visto, que hasta algunos se pasean con vanidad, mostrando sus títulos, honores y posesiones, ignorantes de lo que realmente alimenta el alma.

Mi trabajo me permitió utilizar descabelladamente u oportunamente mi tiempo, para insertarme en la sociedad, competir dentro de un ámbito por posesiones que nunca me pertenecieron, y jamás me pertenecerán; y delante de los demás, dar limosnas a los menos afortunados o a los falto de esfuerzos, para que todos me miraran y dijeran que era una persona de bien.

Nada fue mío.

Perdí mí tiempo cosechando automóviles, propiedades, barcos, mujeres, y soledad; y todo eso, no sirvió de nada cuando me llegó el momento de dar cuenta de lo que realmente tendría que haber cosechado: sabiduría.

Todo lo que he vivido, mis sentimientos, y mis historias se disolvieron al viento del tiempo, y me descubrí desnudo, con mi alma repleta de preguntas sin respuestas, y a pesar de todo lo que había aprendido con mis ciencias, no pude dar cuenta del porqué de mi ignorancia.

Partí hacia un lugar donde todo lo que tengo, todo lo que llevo, inclusive mi cuerpo, no sirve de nada.

Y ahora tarde me doy cuenta que opté en esos momentos, proteger mi cuerpo del frío y pasearme entre ambientes lujosos, y me olvidé de lo que llevaba dentro de mí.

Hoy, estoy loco, reviviendo mis acciones, y no puedo comprender como pude estar tan ciego.

Lloré, y amargué mi vida por acciones erróneas de hombres y mujeres hacia mi corazón, pero en realidad, tendría que haber reído porque me estaban mostrando el camino que no debía seguir.

Pasé tardes deprimido por palabras en contra de mis acciones; siendo que ellas, eran fortaleza para mi alma y era justamente un llamado a batalla para ponerme de pie y caminar por la vida.

Le temí al cambio, y me oculté en un rincón de mi casa a llorar por mis miedos, y preguntarme: ¿Qué pasará...?

Mi mente sólo imaginaba derrota y desconsuelo.

Y ahora, veo que Dios me había dado mis monedas de oro, y preferí enterrarlas a que negociar con ellas y ganar diez veces más.

Y luego, acepté mi decisión cargando culpas a los demás.

Ciego voluntario fui, y hoy padezco lo que elegí en esta habitación solitaria.

Nací libre, y morí rodeado de gruesas y enormes ataduras que yo solo anudé.

Nada de lo que tenía me sirvió para evadir mi último suspiro. Y las palabras que en algún momento me aplazaron o me alentaron quedaron vacías, porque yo mismo las maté con mis acciones.

Estuve rodeado de personas que me amaron y otras que no lo hicieron, y lloré porque no era amado por todos, y lloré porque todos me odiaban, y perdí mi tiempo pensando en como agradarles a todos, y caí cuando supe que había quienes me odiaban.

"Ohh Dios mío" dije, pero solamente había montado mi propia obra de teatro con mis propios espectadores.

Y así me evadí de todo lo que realmente necesitaba, siempre tenía una excusa bajo la manga, y como el método siempre funcionaba, creí que estaba ileso.

Estaba equivocado.

Ahora estoy aquí, ya soy viejo. Mi piel está ajada y mis ojos perdieron su color. Mis manos tiemblan y mis piernas actúan por su propia voluntad.

No recuerdo mucho de lo que tuve pero me doy cuenta que fue efímero. Mis propiedades las vendí, mis automóviles se están pudriendo en algún lugar; y otros quizá andarán por ahí renovados.

Algunas de mis mujeres han muerto y otras se pasean con sus enormes familias, de vez en cuando las veo y las saludo de lejos. No están mejor que yo, y en su semblante, al igual que en el mío, veo la carga que llevan a cuestas.

Mis ciencias no me han permitido retrasar mi tiempo, y el dinero que he ganado con ellas será para los que me precederán en esta carrera

Y ahora recuerdo que cuando tenía el dinero en mis manos, lo miraba como si fuera mi Dios, y sonreía, creía que tenía todo, pero me veo, y no puedo creer que haya perdido mi tiempo adulando a rostros extraños pintados en papeles de colores.

Hice todo lo que quise, y hasta algunos dirán que he vivido una buena vida.

Pero no les puedo decir lo verdadero de la vida, porque ya no puedo hablar.

Ayer, se me acercó un joven y me leyó un cuento, era un buen cuento, pasamos un buen momento.

De vez en cuando yo miraba a través de la ventana y veía los pájaros libres surcando el cielo, y entendí que vendí mi libertad a un precio muy caro que ahora estoy pagando.

El muchacho finalizó su lectura y me acarició con cierto amor y lástima; yo, le di las gracias mentalmente, y se fue caminando rápido a leer su cuento a otro viejo más, que descansa conmigo en este hospital olvidado pero lleno de sonidos extraños.

Estoy esperando cerrar mis ojos.

¿Pero eso no había sucedido ayer?

Existe alguien conmigo, que me dice que estoy en lo cierto. Y le pregunto si me dará una nueva oportunidad.

Me mira y sonríe.

Pero no me da el "SI" que yo espero, solamente se queda a mi lado, a escuchar mis historias.

Ya me he ido, y aunque nadie lo ha notado, aún sigo aquí.

Porque siendo un cuerpo viejo, mi alma aún tiene mucho que aprender, porque tengo la esperanza de alcanzar un día la sabiduría que me permita cosechar lo realmente importante.

Las luces se apagaron pero yo sigo hablando con mi acompañante, ambos reímos. Él me está enseñando, que es lo realmente importante en mi cosecha.

Si...

Tengo mucho que aprender.

Jesús Alejandro Godoy

lunes, 1 de septiembre de 2008

Día Internacional del Blog

Ayer fue el día del Blog, y Eingel ha decidido recomendar éste para darlo a conocer entre sus lectores. Como le decía a él en mi comentario le estoy muy agradecido, y su recomendación me sirve para atender este espacio un poco más, ya que últimamente lo tengo un poco abandonado, aprovecho para pedirles disculpas a los que lo suelen visitar.
A pesar de que este día ya pasó yo voy a continuar con el "meme": debo sugerir 5 Blogs que no recomiendo habitualmente, además de mencionar el tag BlogDay de Technorati y enlazar el sitio Blog Day.
Mis Blogs recomendados son:

domingo, 6 de julio de 2008

Polizonte de almas V

-Si... agua, de un color azul profundo, era un color que parecía tornasolarse con las gotas pulsátiles de agua que caían sobre la mujer. En un santiamén, el agua, o lo que fuera que salía del interior de la mujer, formaron una figura humana que estaba de pie a mi lado. Era la figura de un hombre alto, lo bastante como para que yo lo mirara alzando la vista. Los ojos de esta cosa eran como dos esmeraldas que brillaban en la oscuridad. No tenía boca, ni orejas, solamente esos dos ojos que brillaban sin parar...

-¿Abuelo...? ¿Es verdad lo que me está contando? –preguntó nuevamente el panadero con un poco de cobardía-.

-Si hijo, es la pura verdad –afirmó el viejo.

¿Y luego... que sucedió? –preguntó nuevamente el hombre, pero totalmente ensimismado en lo que contaba el viejo-.

-El hombre o la cosa ésta formada por el agua, solamente me miró, sus ojos centellearon en la noche y retrocedió como si me temiera, parecía ser asustadizo como un venado frente a un cazador. Pero no tuve miedo, parecía ser un ser perdido, solitario, hasta tuve ganas de invitarlo a tomar un café –dijo el anciano y sonrió-, luego, simplemente se confundió entre el aguacero y desapareció entre el agua de lluvia –agregó ante la mirada atónita del hombre calvo-.

-Es increíble lo que me cuenta –dijo el panadero con expresión de asombro-.

-Si... hijo, dicen que lo llaman el polizonte de almas porque fue un bebé abandonado. No llegó a vivir lo suficiente, y el tiempo que vivió lo vivió bajo la lluvia y murió bajo ella ahogado. Tal vez su vida terrenal habrá durado horas o segundos nadie lo sabrá. Pero lo cierto es que dicen que por alguna razón, éste ente renace de tanto en tanto bajo un aguacero como éste, para vivir lo que nunca pudo y tal vez, para buscar a su madre. Y siempre bajo una lluvia infernal como ésta –dijo el anciano señalando la puerta de la panadería-, y de tanto en tanto también vive en las personas que solamente él sabe que pronto morirán, y así vive un poco la vida que le fue arrebatada, pero es un fantasma que vaga entre algún mundo y éste –dijo finalmente el anciano-.

-Mire usted... para mí no deja de ser una leyenda un poco terrorífica –dijo el panadero sonriente-.

-Si, como te he dicho antes Francisco, tal vez sea una leyenda, pero bueno, solamente te he contado lo que ví... –dijo con recelo el anciano-.

-Está bien... no hay problema, lo que suceddd... ¿Cómo sabe mi nombre? –preguntó el hombre secando su calva-.

Miró al anciano directamente a los ojos.

Y vio cuando los ojos del viejo centellearon como dos esmeraldas, y de su boca salía un hilo de agua azul profundo...



-Luego dicen que de la boca y que de los ojos del viejo, salió el polizonte de almas y se introdujo silenciosamente pero rápidamente por los ojos del panadero calvo –dijo el muchacho-.

-Ayyyy ¡Vamos... no me asustes estúpido! –dijo la joven entre sonrisas-, sabes que después tengo pesadillas.

Ja, ja, ja, ja rió, casi vehementemente el joven.

-No seas tonto Aníbal... ¿por qué me cuentas esas cosas raras? –exclamó su novia con un gesto casi de súplica-.

-¡Es verdad Carolina...! Mira, todo sucedió en la panadería de aquí enfrente, me lo contó mi abuelo... me dijo que pasó allá por los años 70', antes de que empezara la Dictadura en Argentina. Hasta me dijo que la policía no quería remolcar la vieja camioneta que estaba estacionada en la acera de la panadería –dijo el joven con total seguridad-.

-¿En serio? –preguntó la joven con total terror-.

-Si... mi abuelo me contó que encontraron al anciano muerto sentado en una banqueta, un gato, un niño y una empleada de la panadería, todos muertos... ahogados –explicó el muchacho-, pero lo más extraño es que luego, el único acusado por los supuestos asesinatos se suicidó en la celda de la comisaría, y ése día dejó de llover...

-¿El hombre calvo... el panadero se suicidó? –preguntó la joven tomándose de la chaqueta de su novio-.

-Si, el panadero se suicidó –asintió el joven-. Luego la panadería fue cerrada para siempre, y algunos dicen que aún sus fantasmas rondan por el lugar –agregó con voz gutural-.

-¡Ayyyy noooo! Por favor Aníbal, no por favor, fantasmas no –gritó la mujer con súplica extrema-.

-Está bien cariño, tampoco es para tanto... –dijo el joven abrazando a su novia que ya estaba sollozando-.

La joven miró hacia la panadería. Ésta tenía todas las ventanas tapiadas con maderas. La persiana central de la fachada estaba completamente oxidada y aún se podía ver debajo del óxido, un color grisáceo, que parecía haber sido también el color original de la fachada.

-¿Estás seguro de lo que me éstas contando? –preguntó la joven asustadiza-.

-No lo sé cariño... sólo es una historia... una leyenda urbana –dijo su novio con una sonrisa-.

La mujer pareció calmarse.

Enseguida apareció un taxi bajo el aguacero, y frenó frente a la garita. La pareja subió al taxi sin poder evitar que la lluvia los empapara mientras abrían la puerta del automóvil.

La joven miró de reojo la panadería una vez más. Pareció escuchar un leve tintineo, como una campanilla y abrazó a su novio.

-Amor, es sólo una historia más... como las historias de Samir, la serpiente gigante del túnel o la casa infernal... sólo historias –dijo el joven sonriendo-.

-¿Adónde vamos? –preguntó el chofer del taxi-.

-A Barrio Marina por favor, Casacuberta y Bernardez –dijo el joven.



El taxi aceleró suavemente y se perdió bajo el aguacero.
Jesús Alejandro Godoy

lunes, 30 de junio de 2008

Polizonte de almas IV

-Si... un pequeño bastardo –dijo el anciano dando las últimas pitadas de su cigarrillo-. Su madre lo abandonó porque su pareja que era de buena posición económica, le dijo que no iba a soportar un hijo extramatrimonial, y que si quería quedarse con el crío, que se olvidara para siempre de los lujos y el dinero...

-¿Así que lo abandonó? –preguntó el panadero.

-Si... su madre prefirió la comodidad terrenal a su propio hijo –continuó contando el viejo-. Pero como dicen que todo se paga en vida, su madre murió en un accidente ferroviario tiempo después, en un paso a nivel de por aquí.

-¿Usted conoció a la señora? –preguntó el panadero cruzándose de brazos.

-Si... la conocí. Una extraña mujer, pero parecía vivir atormentada por lo que había hecho, o por lo menos, así lo dejaba entrever entre todas las personas que sospechaban lo que había hecho con su hijo. Una tarde, simplemente se dejó caer en las vías del ferrocarril Sarmiento –dijo el anciano mirando a su nieto, que estaba jugando concentradamente con Don Pericles.

-¿Se suicidó? –preguntó el hombre mirando al anciano-.

-Así parece ser, o por lo menos eso es lo que cuentan –dijo el viejo, observando una pequeña banqueta que estaba a escasos metros de una balanza repleta de harina por doquier-.

-¿Se quiere sentar abuelo? –preguntó el panadero.

-Si hijo, por favor, mis huesos ya no soportan mucho el peso de mi carne... además éste saco que traigo es muy pesado –dijo el anciano sonriendo-.

El hombre le alcanzó la banqueta al anciano, que se mantenía en pie un poco vacilantemente.

El viejo la miró y se sentó sobre ella haciendo crujir la madera con un sonido seco. Sacó un pañuelo de su bolsillo y se secó un poco el sudor de su frente.

-¿Se siente bien abuelo? –preguntó el panadero.

-Si hijo... es que he tenido dolencias... gástricas... digamos, desde hace un tiempo –respondió el anciano-.

El anciano bajó su mirada y miró de reojo a su nieto, que estaba enseñándole algún tipo de truco al gato, porque éste estaba parado en sus patas traseras siguiendo atentamente con la mirada algo que el niño tenía escondido en una mano.

La lluvia seguía cayendo incesantemente, parecía que en cualquier momento iba a aparecer Noé con su arca a llevarse a Don Pericles con alguna compañera de su especie.

-Parece saber mucho de la historia del polizonte –dijo el panadero, tocándose la calva.

-Si hijo, un poco, pero en realidad no te he contado nada aún –dijo el anciano mirando fijamente al hombre.

-¿Pero usted sabe todo esto de primero mano? –interrogó el hombre al anciano casi inquisitivamente- .

-Si hijo, las personas hablan siempre tácitamente de éste asunto y hasta algunas veces inventan lo que no saben –dijo el anciano un poco agotado y hasta parecía que de su pecho se oía un pequeño gorgoteo-. Pero en realidad en una noche muy parecida a ésta, y con un aguacero idéntico al que estamos viendo, yo vi al polizonte...

El panadero se acuclilló al lado del anciano y lo escuchó con toda atención.

-Yo era un adolescente, había ido a dejar a mi novia por ése entonces a un barrio no muy lejos de aquí, Barrio Marina...

-Si, paso por ahí de vez en cuando –dijo el hombre.

-Bueno... cuando los dos nos apeamos de mi viejo Citroen, corrimos hasta la entrada de la casa de mi novia y empezamos a besarnos como una pareja que no se vería nunca más –dijo el anciano, y a continuación tuvo un fuerte acceso de tos. Un pequeño hilo de baba le corrió por la comisura de los labios-.

Enseguida el panadero fue en busca de un vaso de agua que trajo a toda prisa y lo colocó en la temblorosa mano del viejo.

-¿Estas bien abuelo? –preguntó su nieto, con las cejas arqueadas y sus pupilas inmensamente dilatadas-.

-Estoy bien hijo, no te preocupes, es solamente que tu abuelo está un poco cansado, nada más –dijo el anciano, acariciándole el flequillo.

A continuación tomó un sorbo de agua y suspiró un poco. El pequeño se alejó flanqueado por Don Pericles, ambos estaban buscando algo que se había caído bajo una de las estanterías.

Miró al panadero que se había acuclillado nuevamente a su lado y encendió otro cigarrillo.

-Enseguida te cuento el resto de la historia hijo –dijo el anciano.

-No abuelo... no es necesario, solamente le preguntaba por curiosidad –se justificó el hombre.

El anciano pareció hacer arcadas, pero enseguida se compuso. Inhaló como si fuera la primera vez que respiraba y se irguió en la banqueta.

-Esta bien hijo... disculpa, es que a veces me quedo sin aire –dijo el anciano con una semi sonrisa-.

-No hay problema abuelo...

-Te decía que estaba con mi novia de entonces y vimos a una mujer mayor de edad que se acercaba por la acera. La mujer estaba completamente empapada y sus zapatos hacían un sonido parecido a un chasquido de dedos pero más audible... miramos a la mujer casi con desinterés y seguimos besándonos. Pero nos alertamos cuando la mujer cayó pesadamente al suelo, su rostro se había hundido en una zanja que se había formado donde la acera tenía una gruesa rajadura.

Nos asustamos, yo corrí hasta donde estaba la mujer y mi novia fue a llamar a su padre. Traté de levantar el cuerpo de la mujer, pero parecía estar inerte... muerta. Con todas mis fuerzas pude dar vueltas el cuerpo, y noté que la mujer tenía el rostro contraído, y una de sus manos estaba colocada directamente arriba de su pecho

-¿Estaba muerta? –preguntó el hombre.

-Si... estaba muerta –aclaró el anciano-. O eso creía; de repente, la mujer abrió la boca, y los ojos, yo salte hacia atrás como si tuviera resortes en mis zapatos. El agua me estaba empapando por completo. La mujer me miró, estiró su brazo como si quisiera tocarme, y empezó a convulsionarse como si una corriente eléctrica le estuviera recorriendo el cuerpo –agrego el anciano y tomó otro sorbo de agua-.

-Luego, de sus ojos y su boca, empezó a salir agua...

-¿Agua? –preguntó secamente el panadero.
Jesús Alejandro Godoy

miércoles, 25 de junio de 2008

Polizonte de almas III

-Si... yo vine a la Argentina en el 37' escapando de Franco, y jamás pensé que ahora sucedería lo contrario... por suerte mi hijo no tiene que escapar de nadie, o por lo menos espero que nunca pase algo así

-No creo que pase algo así por aquí... pero nunca se sabe ¿vio? –dijo el panadero tocando su calva sudorosa.

Si... es verdad... nunca se sabe –susurró el anciano, y su mirada se perdió nuevamente en la lluvia-, ¿Así que usted sabe lo que sucedió en el último aguacero...?

La pregunta del anciano quedó flotando en el aire unos segundos.

-Solamente por lo que me contó un conocido de por aquí, del cual ahora no recuerdo su nombre–respondió el panadero.

El anciano siguió mirando la cortina de agua, un par de ómnibus y personas que saltaban las grandes olas que éstos producían.

-Cuentos... si... solamente palabras hijo, pero es diferente cuando lo ves con tus propios ojos –dijo el anciano encorvándose un poco-.

El panadero miró al anciano, primero con cierta desconfianza, pero luego con infinita curiosidad. No parecía un viejo que estuviera hablando estólidamente, ni tampoco parecía un tipo loco.

¿Usted vio... algo? –preguntó el panadero.

-Hijo... todas las leyendas se forman a partir de un hecho real, pero seguramente nosotros las escuchamos de segunda o de tercera mano... es como comprarse un auto usado, nunca sabrás por que lugares lo hizo rodar el dueño, ni tampoco a cuantas personas llevó, ni siquiera... si alguna vez murió alguien en su interior, sólo sabes una parte y lo que no sabes solamente lo sabe el dueño original

-Si algo así... ¿Pero que tiene que ver con todo esto? –preguntó el panadero-.

-Yo también he escuchado muchas leyendas de éste lugar, Ituzaingó, y sobre todo del Barrio Marina: el pequeño al que todos creían un Mesías, la serpiente gigante del túnel, una extraña casa a la que mi hijo cuando era pequeño la llamaba La Casa Infernal y muchas historias más; que tal vez mientras te las estaría contando con lujo de detalles, dejaría de llover, habría sequía, y llovería nuevamente –dijo el anciano sonriendo de lado-.

-He escuchado las historias de Samir, la serpiente y de la casa ésa, pero no creo que sean verídicas... son todas hummmm... son todas habladurías –dijo el panadero.

-Tal vez hijo, pero no creo que lo que se habla del polizonte sean todas historias –dijo el anciano.

-¿El polizonte de almas? –preguntó el panadero.

-Si... exacto –respondió el anciano.

-¿No me diga que cree en el hombre que vaga por las calles de ésta ciudad y nace de la lluvia...? –preguntó el hombre calvo con una sonrisa socarrona.

El anciano miró al hombre que sonreía intermitentemente.

-No... hijo no creería en él, si no lo hubiera visto –respondió el anciano, limpiando un poco el vidrio empañado de la puerta de la panadería.

-¡Vamos... abuelo! –exclamó el hombre-, no es que no le crea, pero... ja, ja, ja –rió nuevamente el hombre seguido por un pequeño acceso de tos.

-Me alegro poder divertirte, hijo –dijo el anciano seriamente.

El hombre lo miró directamente a los ojos, cesó de reírse y frunció un poco el ceño.

-Disculpe abuelo, no fue mi intención...

-No importa hijo, está bien –dijo el anciano-, la mayoría a los que les cuento la historia se ríen de mí.

-No es eso abuelo, pero... es extraño que me diga esto, es la primera vez que alguien me dice que vio al polizonte –dijo el panadero.



Ambos se quedaron en silencio un instante.



Frente a la panadería una pareja de enamorados se sentaba en el banco de una garita a esperar el próximo taxi que los llevara a destino... quizá a algún lugar más tranquilo, debido a los manotazos casi bestiales y desesperados que se propinaban el uno al otro por todas sus partes íntimas.



-Lo vi tan claro, como estoy mirando a ésa pareja de tortolitos desesperados –dijo el anciano.

-Si, también los veo... ¿Pero está seguro de lo que me está diciendo? –preguntó el hombre.

-¿Cómo se llama el gato? –preguntó el niño, mientras que el felino se refregaba una y otra vez en sus pantalones a la altura de sus pantorrillas.

-Don Pericles –respondió el panadero con una sonrisa, mientras que el niño se alejaba con el gato, vociferando su nombre y le daba un pequeño trozo de su masa de chocolate.

El panadero encendió otro Gold Leaf y lo colocó en sus gruesos labios, aspirando inmensamente el humo.

-Hijo... no debes fumar tanto –dijo el anciano mirando el cigarrillo del hombre-.

-Si es verdad abuelo, pero bueno... ya sabe de algo hay que morirse –dijo el hombre sonriendo.

-Si... ¿Temes morir? –preguntó el anciano.

-No, abuelo... pero no creo estar preparado aún para morir –dijo el hombre-. Pero usted lo sabrá mejor que yo, cuando Dios nos llama, ya no podemos hacer nada...

-Seguro que no podemos... –dijo el anciano, sin dejar de mirar a la pareja de enamorados-.

-Pero... ¿Me contará la historia del polizonte? –preguntó el panadero-.

-Eran los años 60'. Se dice que fue un niño que fue abandonado por su madre, no muy lejos de aquí, en uno de los tantos callejones que tiene Ituzaingó –dijo el anciano-. Ése día llovía como nunca. El pequeño era un recién nacido, y su madre lo abandonó porque era producto de una relación extramatrimonial –agregó el anciano-.

-¿Un bastardo? No sabía que era un bastardo –dijo el hombre un poco extrañado-.
Jesús Alejandro Godoy

jueves, 19 de junio de 2008

El polizonte de almas II

"Aceites Ru-ru-ru... Rufiendo, ¡y haga sus milanesas durmiendo!" decía la voz de una locutora vendiendo un aceite.

Luego, se escuchaba una suave melodía de un bandoneón y un cantante daba cuentas del regreso a la casa de sus padres luego de un amor perdido.

El anciano se había quedado de pie dentro del local, debajo de la campanilla que daba sus últimos tintineos. Miraba a través de uno de los vidrios empañados de la puerta como los automóviles pasaban lentamente por las calles, haciendo pequeñas olas que llegaban hasta la puerta de la panadería y golpeaban en la pequeña compuerta con la que estaba protegido el acceso al local.

-¡Qué aguacero...! ¿No? –preguntó un hombre cuarentón y calvo que parecía salir desde la cuadra de la panadería a reacomodar las estanterías que servían de muestrario para la mercadería.

-Si es verdad... –respondió el viejo-, no recuerdo un aguacero parecido desde... El anciano miró de reojo al extraño y enseguida acalló sus palabras.

El hombre calvo lo miró sonriendo, extrajo de su delantal una cajetilla de Gold Leaf y encendió un cigarrillo convidando uno al viejo que estaba apoyado sobre el grueso marco de madera de la puerta.

-Gracias –fue lo único que dijo el anciano tomando el cigarrillo entre sus dedos-.

-¿Qué aguacero ehh...? –preguntó nuevamente el panadero calvo mirando hacia la avenida-, yo también sé algo de ése día... señor.

El anciano no volteó ni respondió, solamente siguió mirando la lluvia que caía.

-Si... sé de que habla, pero no crea en todo lo que escucha –continuó diciendo el hombre despidiendo una bocanada de humo-, todo es una leyenda urbana, folklore que le dicen... y usted sabe bien que Ituzaingó tiene mucho de eso.

El anciano miró al hombre que pitaba su cigarrillo rápidamente, mientras que jugaba con la cajetilla en sus manos sudorosas.

-¿Cuántos años tienes hijo? –preguntó el anciano mirando al hombre.

El panadero calvo parecía no sobrepasar los cuarenta años de edad, no era alto, pero parecía estar cortado de un árbol macizo, tal vez de un palo borracho u otro árbol de grueso tronco, pues sus brazos y su cuello le daban una impresión de alto poderío, muy parecido al que tenía Popeye después de comer su salvadora lata de espinaca.

-Treinta y seis años abuelo... el 20 de Julio cumplo los treinta y siete –respondió el hombre con una sonrisa-.

-¡Ahhh...! ¡Muy buena edad! –exclamó el anciano.

-¿Y usted... que edad tiene? –preguntó el hombre.

-Ochenta y dos... casi ochenta y tres, mañana es mi cumpleaños –dijo el anciano.

-¿Mañana... el 2 de Julio? –preguntó el hombre, nuevamente pitando su cigarrillo-.

-Si... así es hijo.

-¿Trajo a su nieto a pasear un poco? –preguntó el panadero-, mientras que miraba al pequeño que se entretenía acariciando a un gato gordo y medio zonzo que estaba panza arriba.

-Sí, así es... no lo veo seguido, porque mi hijo vive en España y viene de vez en cuando –respondió el anciano-.

-¿En España...? –preguntó el panadero casi con el mismo asombro como si le hubieran dicho que alguien vivía en Júpiter.

-Sí, mi hijo tiene una empresa en Tarragona, pero vive en Valencia –respondió el anciano-, tal vez, algún día yo también me vaya con él –agregó.

-¡Mire usted que bien! –dijo el panadero.
Jesús Alejandro Godoy

lunes, 16 de junio de 2008

Polizonte de almas I

La lluvia era torrencial, un aguacero sin precedentes.

La mujer alzó en sus brazos a su pequeño hijo, lo miró por última vez y lo dejó junto a unas cajas viejas por donde merodeaban ratas y cucarachas en busca de su comida diaria.

El crío lloró abriendo sus ojos, de alguna manera sabía que algo estaba sucediendo. La mujer se alejó con sus ojos envueltos en lágrimas. Su andar cansino y errante hizo que diera de lleno con un pequeño volquete repleto de basura y agua. La luna era enorme, el frío era intenso, y la lluvia casi bíblica, ése fue el primer día... el comienzo.



Las calles de Ituzaingó estaban casi desiertas, no solamente porque el frío calaba los huesos, sino porque la lluvia era incesante.

"¡Como llueve!" exclamaba un anciano tomando a su pequeño nieto en brazos, mientras que se apeaba de una desvencijada camioneta para comprar algunos panes y facturas de una panadería que ya estaba cerrando sus puertas.

Eran casi las ocho de la noche de un invierno gris y oscuro.

Las calles parecían el croquis de un par de ríos rápidos de aguas tumultuosas, hasta parecía que en cualquier momento iban a saltar truchas u otros peces y los habitantes al ver esto, se sentarían en el borde de la acera con sus cañas de pescar.

-¿Abuelo...? ¿Por aquí... siempre llueve así? –preguntó el pequeño con cierta incredulidad.

Su abuelo lo miró con cariño, alzó la vista y vio Avenida Rivadavia y la plaza de Ituzaingó casi bajo el agua

-No... no, casi nunca llueve así –respondió el anciano mientras que abría la puerta rebatible de la panadería, y una pequeña campana sujeta del dintel avisaba que un nuevo cliente había ingresado al local-.

El niño enseguida se sintió atraído por el aroma de una bandeja repleta de masas de chocolate que estaba dejando una empleada sobre el mostrador.

La mujer miró al pequeño y con una gran sonrisa de publicidad de algún dentífrico tomó una masita del montón y la colocó en la pequeña mano del niño, que miró el bocado como si tuviera un lingote de oro puro.

Por una vieja radio colocada sobre un mostrador, el locutor de turno daba cuenta del infernal aguacero que caía sobre la ciudad de Buenos Aires y alrededores.

"Ya a caído más de diez milímetros de agua en toda la ciudad... y para alegrar un poco este tormentoso día, a continuación. .. la mejor selección de tangos..." decía el locutor.
Jesús Alejandro Godoy

viernes, 6 de junio de 2008

El corazón de un niño

Mañana en la mañana abriré tu corazón le explicaba el cirujano a un niño. Y el niño interrumpió:

-¿Usted encontrará a Jesús allí?

El cirujano se quedó mirándolo, y continuó:

-Cortaré una pared de tu corazón para ver el daño completo.

-Pero cuando abra mi corazón, ¿encontrará a Jesús ahí?, volvió a Interrumpir el niño.

El cirujano se volvió hacia los padres, quienes estaban sentados tranquilamente.

-Cuando haya visto todo el daño allí, planearemos lo que sigue, ya con tu corazón abierto.

-Pero, ¿usted encontrará a Jesús en mi corazón?

La Biblia bien claro dice que Él vive allí. Las alabanzas todas dicen que Él vive allí....
¡Entonces usted lo encontrará en mi corazón!

El cirujano pensó que era suficiente y le explicó:

-Te diré que encontraré en tu corazón. Encontraré músculo dañado, baja respuesta de glóbulos rojos, y debilidad en las paredes y vasos. Y aparte me daré cuenta si te podamos ayudar o no.

- ¿Pero encontrará a Jesús allí también? Es su hogar, Él vive allí, siempre está conmigo.

El cirujano no toleró más los insistentes comentarios y se fue. Enseguida se sentó en su oficina y procedió a grabar sus estudios previos a la cirugía: - aorta dañada, vena pulmonar deteriorada, degeneración muscular cardiaca masiva. Sin posibilidades de trasplante, difícilmente curable.

- Terapia: analgésicos y reposo absoluto. - Pronóstico: tomó una pausa y en tono triste dijo: - muerte dentro del primer año. Entonces detuvo la grabadora

-Pero, tengo algo más que decir: - ¿Por qué? pregunto en voz alta -¿Por qué hiciste esto a él? Tú lo pusiste aquí, tú lo pusiste en este dolor y lo has sentenciado a una muerte temprana. ¿Por qué?

De pronto, Dios, nuestro Señor le contestó:

-El niño, mi oveja, ya no pertenecerá a tu rebaño porque él es parte del mío y conmigo estará toda la eternidad. Aquí en el cielo, en mi rebaño sagrado, ya no tendrá ningún dolor, será confortado de una manera inimaginable para ti o para cualquiera. Sus padres un día se unirán con él, conocerán la paz y la armonía juntos, en mi reino y mi rebaño sagrado continuará creciendo.

El cirujano empezó a llorar terriblemente, pero sintió aun más rencor, no entendía las razones.

Y replicó: - Tú creaste a este muchacho, y también su corazón ¿Para qué? ¿Para que muera dentro de unos meses?

El Señor le respondió:

-Porque es tiempo de que regrese a su rebaño, su tarea en la tierra ya la cumplió. Hace unos años envié una oveja mía con dones de doctor para que ayudara a sus hermanos, pero con tanta ciencia se olvidó de su Creador. Así que envié a mi otra oveja, el niño enfermo, no para perderlo sino para que regresara a mí aquella oveja perdida hace tanto tiempo.

El cirujano lloró y lloró inconsolablemente. Días después, luego de practicar la cirugía, el doctor se sentó a un lado de la cama del niño; mientras que sus padres lo hicieron frente al médico.

El niño despertó y murmurando rápidamente preguntó:

-¿Abrió mi corazón?

-Si - dijo el cirujano-

-¿Qué encontró? - preguntó el niño -

-Tenías razón, encontré allí a Jesús

Autor desconocido

domingo, 1 de junio de 2008

Acción

Mahatma Gandhi luchó su vida entera, mas consiguió liberar a la India del dominio Inglés. Cuando le dijeran que era uno de los mayores nombres surgidos en la Historia Universal, respondió: "Nada tengo de nuevo para enseñar al mundo. La verdad de la No Violencia es tan antigua como las montañas. Todo lo que he hecho fue intentar practicarla, en la escala más basta que me fue posible. Haciendo así, me equivoqué algunas veces y aprendí con mis errores. "Los que creen en las verdades simples que expuse, solo pueden promoverlas si viven de acuerdo con ellas. Estoy absolutamente convencido de que cualquier hombre o mujer puede realizar lo que realicé, se necesita el mismo esfuerzo y cultivar la misma esperanza y fe".

Paulo Coelho

viernes, 30 de mayo de 2008

¿Dónde encontrar lo que se busca?

A los 21 años, cuando estudiaba medicina en Nueva Delhi, tuve que elegir entre dos tipos de amigos. Los del tipo materialista se levantaban al mediodía y asistían a fiestas en las que se bebía Coca-Cola y se bailaba al compás de los discos de los Beatles.
Los del tipo espiritual se levantaban al amanecer para ir al templo (aproximadamente a la hora en que los materialistas regresaban tambaleándose a sus casas y sufriendo la resaca), comían arroz en un plato y bebían agua o té, normalmente en el mismo tazón.
En ese momento no me parecía extraño que todos los materialistas fuéramos hindúes y que todos los del tipo espiritual fueran occidentales. Los hindúes ansiábamos salir de casa e ir a algún lugar en el que hubiera Coca-Cola y whisky a bajo precio y en abundancia. Los occidentales no dejaban de preguntar dónde se hallaban los santos de India, aquellos que podían levitar y curar leprosos con sólo tocarlos. Yo me uní a los materialistas, de los que había muchos en mi clase. Ninguno de los nacidos en India se consideraba un buscador espiritual. Hoy no elegiría entre dos tipos de personas; todos somos buscadores. Buscar significa ir en pos de algo. La búsqueda de mis condiscípulos hindúes era la más fácil, pues obtener dinero y objetos finos es fácil; por el contrario, los occidentales de tipo espiritual casi nunca encontraban al santo que buscaban. Yo pensaba que esto se debía a lo escasos que son los santos, pero ahora me doy cuenta de que lo que derrotaba su sed de una vida superior era la búsqueda en sí. Las tácticas que obtienen whisky y discos de los Beatles fracasan miserablemente cuando se va en pos de la santidad.
Farid ad-Din Attar

viernes, 23 de mayo de 2008

¿De qué depende la felicidad?

Una mujer se quejaba, en una reunión, de que su marido siempre estaba en casa. Cuando él salía del trabajo de inmediato se trasladaba a su hogar.
Sábados y domingos se hallaba ahí de tiempo completo. Su malestar consistía en nunca poder estar sola. Esta situación se le había convertido en un auténtico fastidio. En cambio, otra de las asistentes a la reunión, se lamentaba que su pareja viajaba demasiado y era muy poco el tiempo que compartían. Una más, se sentía fastidiada porque su madre siempre estaba atenta de ella, la llamaba todos los días y constantemente preguntaba por su salud. Una señora, de mediana edad, se dedicó a quejarse de su trabajo, se le hacía rutinario y, por la cantidad de problemas que tenía a diario que resolver, muy pesado.

Así, el grupo de mujeres que se había reunido para compartir una taza de café, más bien parecía una manifestación de mártires graduadas, cuyo único afán era compartir sus amarguras, o al menos parecía una competencia de quien sufría más. Por supuesto, en su opinión, cada una de ellas se merecía el galardón del primer lugar, pues nadie de las presentes la podía superar.

Yo cambié de óptica y traté de analizar lo positivo que contenía la situación de cada mujer. De la que se quejaba de la presencia de su esposo, su bendición era tener alguien que siempre la acompañaba; de aquélla que se lamentaba de la ausencia de su pareja, su bendición era tener tiempo para dedicarse a otras cosas; quién no soportaba su trabajo, su bendición era tenerlo; y que decir de la bendición de tener una madre que cariñosamente se ocupa de su hija.

Concluí que toda bendición no aceptada se convierte en maldición. Que es usual tropezarse con personas que han hecho de sus vidas un calvario, pues han perdido la dimensión positiva de sus circunstancias, convirtiéndose en inconformes negativos.

Creo que les produce una gran satisfacción recibir la compasión de los demás, de hecho, es un juego psicológico para manipular el reconocimiento.

Obedece a una necesidad inconsciente de recibir caricias. Por supuesto, en un juego mortal, pues perdemos la vida, porque en lugar de crecer en la intimidad y construir una valiosa relación, nos dedicamos a desperdiciar el recurso más valioso, no renovable e irrecuperable, que es el tiempo.

Un factor dinámico para lograr triunfar es la confianza firme en tu poder interno. Fórmate una imagen nítida y definida de lo que deseas ser y de las cosas maravillosas que quieres y te propones lograr. Desecha la idea de que eres una persona de segunda clase. Mírate como una persona valiosa y decidida, capacítate y cultívate con miras a ser más eficiente. Empieza a verte HOY desde la perspectiva de una persona triunfadora que sobrepasa sus propios obstáculos internos.

Miguel Angel Cornejo

viernes, 16 de mayo de 2008

El protagonista bien puedes ser tu

Hace algún tiempo conocí la mujer más hermosa del mundo,
solíamos entrar a chatear a la misma hora,
digo que era la más hermosa porque ella lo decía,
su descripción no era ni más ni menos que la de una reina. Además era la mujer más afortunada del mundo,
vivía rodeada de sirvientes,
y sus comidas eran servidas en bandejas de Oro y Plata,
digo que era la más afortunada porque ella lo decía. Un día encontró el jorobado de sus sueños
el hombre que le serviría para divertirla,
el bufón que tienen todas las reinas,
por supuesto ese bufón jorobado era yo,
digo que era yo porque ella lo decía. No le importaba llenar de mentiras mi monitor,
y a decir verdad a mi tampoco me importaba,
solo me deleitaba con las frases de amor
que le dedicaba a este servidor,
no importaba que sus palabras
fueran poco creíbles, al fin y al cabo
estábamos en un mundo irreal
del que éramos dueños los dos,
y del que son dueños ustedes ahora,
esta mujer decía llamarse
como alguna de ustedes en esta sala. ¡Como es lógico, ese no era su verdadero nombre,
pero al fin y al cabo el mío tampoco
era el que aparecía en esta lista. Ella me había prometido las estrellas
a cambio de tenerme ahí como su bufón,
y yo había aceptado gustoso,
después de todo era la mejor mujer del mundo,
digo que era la mejor mujer del mundo
porque ella lo decía!Así pasaron muchísimos días de encuentros en el chat,
mi amor cada vez crecía más
y el de ella bajaba al mismo ritmo. Entonces un día decidió decirme la verdad.
Su nombre era aún más hermoso que el que utilizaba,
el color de su piel era aún más hermoso que el que decía tener,
y su pobreza era aún más hermosa
que la vajilla de oro y plata que decía tener. Hasta el jorobado bufón
que ella tenía para burlarse de el,
desapareció y apareció este humilde servidor
que de jorobado no tiene nada, de bufón tampoco. Ahora aunque ella siguió siendo la reina
del país de las mentiras,
ya no hay vasallos ni sirvientes ni bufones...
solo un gigante castillo de mentiras
que poco a poco se derrumban,
pero que muchos de nosotros nos encargamos
de volver a poner en su falso sitio. Y esta historia que debería terminar
con perdices y un baile encantado,
en el que ya no soy príncipe,
termina con el comienzo de una historia
que puede ser la tuya.
Seguirás construyendo este castillo junto con los demás,
o quizás quieras ayudarme a construir un nuevo castillo
donde brillen las flores de la verdad,
tal vez adornemos este jardín con palabras bellas,
salidas de la realidad pero nunca de la verdad.
Tal vez nos regalemos estrellas,
tal vez nos regalemos una eterna amistad.
Autor desconocido

domingo, 11 de mayo de 2008

La historia de Kyle...

Un día, cuando era estudiante de secundaria, vi a un compañero de mí clase caminando de regreso a su casa.

Se llamaba Kyle. Iba cargando todos sus libros y pensé: "¿Por que se estará llevando a su casa todos los libros el viernes? ¡Debe ser un "nerd! "

Yo ya tenia planes para todo el fin de semana: fiestas y un partido de fútbol con mis amigos el sábado por la tarde, así que me encogí de hombros y seguí mi camino.

Mientras caminaba, vi a un montón de chicos corriendo hacia él, cuando lo alcanzaron, le tiraron todos sus libros y le hicieron una zancadilla que lo tiró al suelo.

Ví que sus anteojos volaron y cayeron en el pasto como a tres metros de él.

Miró hacia arriba y pude ver una tremenda tristeza en sus ojos.

Mi corazón se estremeció, así que corrí hacia él mientras gateaba buscando sus anteojos.

Ví lágrimas en sus ojos. Le acerque a sus manos sus anteojos y le dije,

"¡esos chicos son unos tarados, no deberían hacer esto!".

Me miro y me dijo: "¡Hola, gracias!"

Había una gran sonrisa en su cara; una de esas sonrisas que mostraban verdadera gratitud.

Lo ayude con sus libros. Vivía cerca de mi casa.

Le pregunté por que no lo había visto antes y me contó que se acababa de cambiar de una escuela privada.

Yo nunca había conocido a alguien que fuera a una escuela privada.

Caminamos hasta casa. Lo ayudé con sus libros; parecía un buen chico.

Le pregunté si quería jugar al fútbol el sábado, conmigo y mis amigos, y acepto.

Estuvimos juntos todo el fin de semana. Mientras más conocía a Kyle, mejor nos caía, tanto a mí como a mis amigos.

Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba Kyle con aquella enorme pila de libros de nuevo.

Me pare y le dije: "Hola, vas a sacar buenos músculos si cargas todos esos libros todos los días".

Se rió y me dio la mitad para que le ayudara.

Durante los siguientes cuatro años, Kyle y yo nos convertimos en los mejores amigos.

Cuando ya estabamos por terminar la secundaria, Kyle decidió ir a la Universidad de Georgetown y yo iría a la de Duke.

Sabía que siempre seríamos amigos, que la distancia no sería un problema.

Él estudiaría medicina y yo administración, con una beca de fútbol.

Kyle fue el orador de nuestra generación. Yo lo cargaba todo el tiempo diciendo que era un "nerd".

Llegó el gran día de la Graduación. Él preparó el discurso.

Yo estaba feliz de no ser el que tenía que hablar. Kyle se veía realmente bien.

Era uno de esas personas que realmente se había encontrado a sí mismo durante la secundaria, había mejorado en todos los aspectos y se veía bien con sus anteojos.

¡Tenia mas citas con chicas que yo, y todas lo adoraban! ¡Caramba! Algunas veces hasta me sentía celoso... Hoy era uno de esos días.

Pude ver que él estaba nervioso por el discurso, así que, le di una palmadita en la espalda y le dije:

"Vas a ver que estarás genial, amigo". Me miro con una de esas miradas (realmente de agradecimiento) y me sonrió.

"Gracias" me dijo.

Limpio su garganta y comenzó su discurso:

"La Graduación es un buen momento para dar gracias a todos aquellos que nos han ayudado a través de estos años difíciles: tus padres, tus maestros, tus hermanos, quizá algún entrenador... pero principalmente a tus amigos. Yo estoy aquí para decirles a ustedes, que ser amigo de alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir, y a propósito, les voy a contar una historia.

Yo miraba a mi amigo incrédulo, cuando comenzó a contar la historia del primer día que nos conocimos.

Aquel fin de semana él tenía planeado suicidarse.

Hablo de como limpió su armario y por que llevaba todos sus libros con él, para que su mamá no tuviera que ir después a recogerlos a la escuela.

Me miraba fijamente y me sonreía.

"Afortunadamente fui salvado. Mi amigo me salvó de hacer algo irremediable".

Yo escuchaba con asombro como este apuesto y popular chico contaba a todos ese momento de debilidad.

Sus padres también me miraban y me sonreían con esa misma sonrisa de gratitud.

Recién en ese momento me di cuenta de lo profundo de sus palabras.
Autor desconocido

miércoles, 30 de abril de 2008

Monólogo

Quiero reivindicar en este monólogo las épocas gloriosas de nuestros padres, donde no se daban tantas explicaciones por las cosas... te acordás? Que tu papá te decía y vos decías "y por qué tengo que hacer esto", y él te decía "porque sí! y "por qué no puedo hacer eso" y te decía "porque no!" El porque si y el porque no eran las síntesis de un tipo que tenía autoridad, que tenia huevos, no como ahora nosotros, padres degradados, que damos tantas explicaciones para decir las cosas a nuestro chicos. El otro día mi hijo me dice:
- Papá. Puedo asdk niw ehk weihf..ersuit?,
Que significa:- Papá, puedo ir a ver a la Bersuit?, - porque viste que ahora hablan así los adolescentes, como no leen, emiten sonidos guturales... y le digo No, me dice, - Por qué no puedo... - y le digo
- porque...bueno, porque no tengo plata; él dice :- Bueno, agarro de mis ahorros, y le digo: - no, porque tus ahorros son de mi sueldo, y me dice- y bueno, no me dijiste que cuando te mueras todo iba a quedar para mí?, empezá a enfermarte, - hijo de puta... así me trata. Ahora se ha mal democratizado todo viste? Ahora se hacen reuniones para discutir un montón de boludeces que antes se decidían de un plumazo, y ni te preguntaban. Ahora con mi mujer y con mis hijos nos juntamos como 4 tarados, para decidir adónde va a ir al colegio, adonde nos vamos de vacaciones, nos vamos en diciembre y en septiembre se decide adonde nos vamos, estamos ahí parece una interna peronista. Y yo llego con los catálogos y mi mujer me agarra y me dice:- Sabes que pasa, que vamos a tener que llevar a algunos amigos de los chicos porque los nenes están en edad de que se aburren con sus padres", y claro, yo tengo que llevarlos con un camión jaula con 70 chicos para que mis hijos no se aburran conmigo en mis vacaciones. Aparte si nos vamos 14 días nos tenemos que volver antes porque mis hijos se llevaron como 28 materias y tienen que estudiar. Y mi mujer que me dice - "a mi no me vas a llevar en carpa como una indígena!" te dice la yegua. Tanto quilombo para irse de vacaciones!! Antes mi viejo nos decía:
- Nos vamos todos de vacaciones de verano, les gusta?
Y nosotros
- Si Papá!,
decíamos y él decía
- Nos tocó en julio en Mar del Plata" porque cuando te tocaba te tocaba, por el sindicato de Luz y Fuerza...
Sabés lo que era julio en Mar del Plata? La gente andaba con trineo y yo con las ojotitas y la palita y la mallita, me metía en el mar, y tenía 13 años, la tenía chiquita, y cuando me metía se me hacía más chiquitita, los huevos se me ponían como ovarios del frío, y mi viejo que nos veía haciendo castillitos de arena y nos decía:
- Que hacen boludeando acá, vayan al mar y disfruten del mar!"
nos decía el hijo de puta. Y él desde la orilla nos decía "que tal la están pasando" y nosotros:
- Bi-bien, papá!...
- Ah bueno, disfruten porque hay gente que no tiene ni para comer y a ustedes les tocó Mar del Plata! Que más quieren? O se cree que a la plata la cagan los perros?
Escuchen una cosa: el año que viene yo voy a cumplir 25 años de casado, y ustedes se preguntarán Y? (la gente pregunta Y?), bien. Hace rato que no voy al psicólogo así que voy a contarlo todo a ustedes. Yo voy a cumplir 25 años de casados, y saben por qué me casé? : para tener dos hijos maravillosos y una esposa que no lo es tanto. Pero sobretodo para parecerme a mi viejo. Él era un cacique, no decía nada, la autoridad la tenía en los ojos.
Siempre venía a casa con cara de culo por las dudas., y me decía, si querés demostrar autoridad siempre vení con la ofensa floja, sobretodo si venís medio chupete y con una bombacha colgando en la oreja. Siempre vení enojado.
Y eso hacía él. Caía medio borracho y antes de que lo abaraje mi vieja en la puerta, él antes decía:
- Que mirás con esa cara!?? - y ella le decía con la cabeza agachada, - No Emilio, deben ser ideas tuyas.
Yo la otra vez vine de una despedida de soltero igual y le digo a mi mujer- Que me mirás con esa cara?!, - y me dieron 17 puntos en la cabeza; agarró una foca de cerámica de Mundo Marino y me la dio. En serio, mi vejo era un grande. Miren, llegaba a casa a las 9 de la noche y saben a que hora salía?, Porque él trabajaba en la Municipalidad, a las 2 de la tarde. Siete horas boludeando con los amigos!, tomando amargo o jugando a las bochas! Y vos te creés que mi vieja se le iba a ocurrir preguntar- ¿Donde estuviste Emilio?No, mi viejo le pegaba unos tiros con la 45 en las patas, para que se calle, y llegaba y ni saludaba, decía,- ¿Qué hay de comer?!,- porque antes las mujeres desde las 6 de la tarde ya hacían de comer, y hacían comidas compuestas, elaboradas. No como ahora que te tiran un bife a la plancha y lo tiran en el plato y si no lo agarrás, viene el perro y se lo come.
Él se sentaba a comer asi con mala gana, como haciéndonos un favor, así, y se ponía una camiseta blanca con esos pijamas, esos pantalones ferroviarios celestes, y con los cordoncitos que uno se le metía en el huequito por donde sale y mi viejo puteaba y la llamaba a mi vieja que con la aguja de tejer se lo desencajaba y me decía a mí que se lo ate, y yo se lo ataba al nudo. Y a él le colgaban los huevos, por esos calzoncillos grandes, y para colmo en Sta Fé por el calor se le dilataban ahí, y mi viejo tenía más comunicación con los testículos que con nosotros.
Y tomaba esos vinos malos que te ponen agresivo. No le importaba nada. Y tomaba eso con un chorro de soda: 90 y 10 decía, asústelo con soda. Y empezaba
- Cierren la puerta!, bajen la radio! Coma eso! Haga aquello!
Éramos todos vietnamitas.
- Si papá, decíamos, y corríamos y hacíamos lo que él quería.
Igual que ahora. El otro día le dije a mi mujer:
- Mi amor, me alcanzás la mayonesa?
Y me dice:
- Que soy, sierva tuya, boludo, levantáte vos! Mi vieja ponía una fuente con pollo en la mesa y las dos patas eran para mi viejo...y vos te crees que las comía con culpa? No! Y mi mamá comía la pechuga, mi hermana más chica comía las alitas, la otra el cogote y yo me comía el culo. Pero yo no hacía drama porque yo decía que esto es un ciclo, y cuando yo sea padre me voy a comer las patas. Soy padre, y me sigo comiendo el culo; las patas las comen mis hijos, y se las comen igual que mi viejo, así, sin culpa. Qué pasó?! En qué fallamos! Algo cambió las cosas! Yo tengo una teoría, porque creo que antes tu vieja era socia de tu viejo y ellos se complotaban y nos mandaban a los hijos, pero ahora no, tu esposa es socia de tus hijos, es así, las mujeres no tienen hijos, tienen rehenes! Antes, cuando había algún lío, mis viejos se encerraban en el cuarto y se escuchaba "bzbzzzzbzbzbzbz..." que discutían. Ahora no, mi mujer se encierra con mis hijos y deciden entre los tres y se escucha "bzbzbzbzzzzz"
Ella no es socia mía, es socia de mis hijos. Mirá, el día que me muera voy a pedir que me entierren en el shopping, porque es la única forma de que me vaya a visitar seguido mi mujer. Te digo más, antes te portabas mal y te cagaban a palos. Si, ahora nos reímos, pero antes te cagaban a palos, y cuando te mandabas alguna macana, y llegaba mi viejo a las 9 de la noche, mi vieja hacía terrorismo familiar y me llenaba la cabeza con esta frase, ustedes se van a acordar:
- Aaah! Cuando venga tu padre!...
y yo sentía el dolor 9 horas antes de que llegue y me decía mi vieja:
- Andá eligiendo la chancleta con la que te va a dejar el culo morado.
AY!
...
y venía desde la puerta y decía:
- Que hizo!!
Y la otra le iba diciendo:
- Aaahhh!! No sabés! Está insoportable: que se hizo hincha de Argentinos Juniors, y come pisingallo y encima mira películas de la Coca Sarli!
Porque yo me tocaba mucho cuando era chico, pero me tocaba y no era que: - Ay es un adolescente, por eso... No! Yo era un profesional de la tocada eh!! Hacía el flautín, la tortuguita, el chispazo... hasta hace poco me estuve tocando. Yo hacía una que era espectacular, en esa época (porque el que es artista es artista para todo). Agarraba las botellas de leche de pico ancho y le metía moscas adentro, y le metía miel en la punta, y cuando querían salir las moscas AH! Convulsiones me agarraban!! Un día entre las moscas se metió una avispa, ASÍ de grande me dejó la cabeza! Me llevaron al hospital, las enfermeras decían - EH! QUE ES ESO! Parece un extraterrestre!
Y decía mi vieja, no! Es mi hijo, y es una vergüenza! Y me llevó para casa a patadas en el culo. Y me entró a correr por la casa, que era re-chiquita: estabas en la puerta, hacías un paso y ya estabas en el patio...y yo me escondía atrás del lavarropas y me decían:
- Pasá pasá para allá.
- No que vos me vas a pegar!!
- No te voy a pegar, pasá que no te va a pasar nada, como decía el padre Grassi, y me cagaba a palos para adentro con la chancleta en la mano.
Te digo: Yo me hago feliz, quien me va a hacer más feliz... nadie porque yo me conozco y me quiero más que nadie. Mirá, estoy haciendo yoga: el día que llegue acá abajo no necesito más a nadie eh? Y es una amenaza!!
A mi me encanta dormir la siesta....dirán y? Yo, bajando un poco, te diría que en mi vida no pido grandes cosas. Desde aquí hasta que el Todopoderoso me lleve pido pocas cosas a saber: que no me rompan las bolas, que los cuchillos corten; son boludeces que te terminan matando; que si el mosquito me va a picar que no me zumbe, que me pique: Picá si vas a picar hijo de puta! Pero picá y no me rompas las bolas. Que si voy a buscar cubitos a la heladera que alguien de la familia haya llenado la cubetera que siempre voy y está vacía; que cuando me voy a bañar, parece que mi mujer se complotara con mis hijos y me abren el agua y yo estoy a los gritos EL AGUA EL AGUA! Que mi mujer no me use la maquinita de afeitar con la que me afeito y ella se afeita los sobacos, se hace cavado, se afeita las patas y después cuando la voy a usar yo me arranco un pedazo de cara.
Yo quiero ser como las mujeres en ese sentido, viste que ellas tienen 60 shampoos para ellas solas, todas las marcas con esperma de ballena, con hemorroides de paloma virgen mezclada con rosa mosqueta y frutos del bosque.
No sé que mierda se ponen! Y vos querés usar un poquito: NO! Te dicen, que ese no es el shampoo para todos los días, Uh! Y yo de este lado con Plusbelle de manzana. Que tiene el pelo nuestro? Es de plástico o es del muñeco ecológico.
¿Por qué dejan el corpiño y la bombacha colgados arriba de la canilla de la ducha? Díganme! Porque tiene que haber una explicación científica para todo!
No, lo hacen así porque si. Y cuando vos abrís la ducha y se lo mojaste te gritan: No viste que estaba seca!! Y le decís: y si estaba seca porque no la sacaste? O alguna vez viste los calzoncillos míos enroscados arriba de la canilla??!!!
Y dormir la siesta! A mí me encanta: Perón decía que dormir una siesta era como volver a nacer y es cierto che! Mi viejo dormía la siesta y se levantaba fresco: dormía 12 horas y era un atado de heno de fresco que estaba. Y yo los domingos después del asado y el postre, llego con lo justo a la cama y me pongo a mirar esos partidos del "Chansea" contra el "Totemhom de Uganda", esos partidos que no le interesan a nadie, y mi mujer se pone unas pantuflas especiales para "cagarle la siesta al marido" que hacen: Chaplaf - Chaplaf - Chaplaf y abre los cajones y me mira, se acerca y dice:
- Chicossss... bajen la tele que papi DUERRRMEEEE!
Y me cae el hilo de sangre del oído.
Cuando mi viejo dormía la siesta, hacíamos de cuenta que DIOS estaba descansando. En la cuadra no se hablaba, con mi hermana si nos queríamos tirar un pedo, teníamos que licuarlo al pedo, éramos capaces de cagarnos, pero no hacerle ruido a papá que dormía. Papá era Bush durmiendo.
Yo sé que las épocas cambiaron, antes, tener relaciones era llevarse bien con los primos, nadie usaba casco, y debutar sexualmente, siempre se hacía con trolas.
No era un pecado, era un milagro, y crecíamos con esa cosa del cielo y el infierno, y yo que era monaguillo y era tan boludo que viste que te decían que pecabas con acción y pensamiento, y claro, así no se puede vivir, y yo claro, iba al baño y para no pecar no me la tocaba y para no pensar, no me la miraba, pero meaba la cortina, el piso, las toallas, todo.
Y la primera vez que hice el amor fue cuando tenía 13 años y yo creí que iba a ser la mujer de mi vida. Tenía 52, y se llamaba: La Gorda Mabel ¿No es romántico? La Gorda Mabel. Tenía 2 pechos que eran 2 torcazas dormidas, un cartel que decía "cintura" porque se le había borrado, ya era un Koi-nnor.
Y me decía cosas que me volvían loco, me decía:
- Me vas a matar, caníbal!!
Yo? caníbal! 13 años tenía! Era un caníbal vegetariano. Y me acuerdo que en la pared de su pieza tenía un póster de Los Fronterizos... Que heavy no??
Y yo enamorado, miraba sus ojos negros y cuando la iba a besar en la boca me decía: - No, la boca y el culo son de mi novio.
Mirá que línea de conducta!!... continuará....(¿¿¿???)
Dady Brieva

domingo, 27 de abril de 2008

Una historia de amor

Moisés Mendelssohn, el abuelo del famoso compositor alemán, distaba de ser buen mozo. Además de una estatura bastante baja, tenía una giba grotesca.
Un día visitó a un comerciante en Hamburgo que tenía una hija encantadora llamada Frumtje. Moisés se enamoró perdidamente de ella. Pero Frumtje sintió rechazo por su aspecto deforme.
Cuando llegó el momento de irse, Moisés juntó coraje y subió la escalera hasta el cuarto de la muchacha para aprovechar una última oportunidad de hablar con ella. Era una visión de belleza celestial, pero le produjo una gran tristeza por su negativa de mirarlo. Después de varios intentos por entablar conversación, Moisés le preguntó con timidez:
-¿Crees que los casamientos se hacen en el cielo?
-Sí- respondió ella, sin apartar los ojos del piso-. ¿Y tú?
-Si- respondió él - . Sabes, en el cielo, cuando nace un varón, el Señor anuncia con qué chica se casará. Cuando nací yo, me indicaron quién sería mi futura novia. Entonces el Señor agregó: “Pero tu mujer será jorobada”.
-En ese mismo instante grité: ”Señor, una mujer jorobada sería un tragedia. Por favor, dame la joroba y a ella hazla hermosa”.
Entonces, Frumtje lo miró a los ojos y fue sacudida por algún recuerdo profundo. Alargó el brazo para darle la mano a Mendelssohn y más adelante se convirtió en su devota esposa.
Autor desconocido

jueves, 17 de abril de 2008

Déjala secar

Mariana se puso toda feliz por haber ganado de regalo un juego de té de color azul.

Al día siguiente, Julia, su amiguita, vino bien temprano a invitarla a jugar. Mariana no podía pues saldría con su madre aquella mañana.

Julia entonces pidió a Mariana que le prestara su juego de té para que ella pudiera jugar sola en el jardín del edificio en que vivían.

Ella no quería prestar su flamante regalo pero ante la insistencia de la amiga decidió, hacer hincapié en el cuidado de aquel juguete tan especial.

Al volver del paseo, Mariana se quedó pasmada al ver su juego de té tirado al suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota.

Llorando y muy molesta Mariana se desahogó con su mamá ¿ves mamá lo que hizo Julia conmigo? Le presté mi juguete y ella lo descuidó todo y lo dejó tirado en el suelo.

Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de Julia a pedir explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo:

- Hijita, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste con tu vestido nuevo todo blanco y un coche que pasaba te salpicó de lodo tu ropa?

Al llegar a casa querías lavar inmediatamente el vestido pero tu abuelita no te dejó ¿ Recuerdas lo que dijo tu abuela?

-Ella dijo que había que dejar que el barro se secara, porque después sería más fácil de quitar.

- Así es hijita, con la ira es lo mismo, deja la ira secarse primero, después es mucho más fácil resolver todo.-

Mariana no entendía todo muy bien, pero decidió seguir el consejo de su madre y fue a ver el televisor.

Un rato después sonó el timbre de la puerta. Era Julia, con una caja en las manos y sin mas preámbulo ella dijo:

Mariana, ¿recuerdas al niño malcriado de la otra calle, el que a menudo nos molesta?. Él vino para jugar conmigo y no lo dejé porque creí que no cuidaría tu juego de té pero el se enojó y destruyó el regalo que me habías prestado.

Cuando le conté a mi madre ella preocupada me llevó a comprar otro igualito, para ti.

¡Espero que no estés enojada conmigo. No fue mi culpa.!

¡ No hay problema!, dijo Mariana, ¡mi ira ya secó!.

Y dando un fuerte abrazo en su amiga, la tomó de la mano y la llevó a su cuarto para contarle la historia del vestido nuevo que se había ensuciado de lodo.
Autor desconocido

sábado, 5 de abril de 2008

Advenimiento VI

El mayor de los dones
Samir abrió los ojos, parecía que se había quedado dormido, sentado en el banco de la plaza de Ituzaingó.
Miró el reloj emplazado en la esquina de la plaza, eran casi las dos de la madrugada.
"Que tonto, ahora me tendré que ir caminado a casa" pensó.
Lentamente se puso de pie y empezó a caminar, su mente volvió por un segundo al anciano y a su perro Zimba.
Por un instante cruzó por su cabeza el ir a golpear la puerta de la casa del viejo. "Ya es tarde, estará durmiendo" se dijo para sus adentros.
-¡Maldición...! pero que estúpido soy –dijo con un toque de voz quedo-.
Hacía frío, y si bien las veces anteriores se había quedado dormido en la plaza por las noches, él sabía que había tenido suerte, no tanto por no congelarse, sino porque parecía que ningún ladrón se había percatado de su presencia; o si alguno lo había hecho, habría pensado que le podía robar a ése adolescente mal vestido, con sus bermudas de jean mal cortados y su camisa descolorida.
Sabía que eran veinte cuadras exactas hasta su casa en Barrio Marina, bajó su cabeza un instante. Se imaginó llegando a su casa, dándose una ducha reparadora y luego, recostándose en su cama.
Bostezó, se enjugó un poco los ojos y empezó a caminar lentamente.
Cruzó las vías del ferrocarril Sarmiento a paso rápido, el sólo hecho de imaginar que un tren imaginario lo acechaba, lo alteraba un poco. Estaba por cruzar avenida Rivadavia, cuando un automóvil que iba a excesiva velocidad llamó su atención.
El automóvil aún estaba lejos, había aparecido de la nada y parecía como si el mismísimo demonio viniera corriendo al conductor.
Otro automóvil se asomó por una de las calles laterales, y avanzó.
Samir miró los dos vehículos.
"¡Van a chocar!" pensó.
-¡¡Van a chocar!! –dijo casi a los gritos, e hizo una seña a la conductora del automóvil que avanzaba hacia el paso a nivel donde estaba él-.
Una mujer de unos treinta años de edad miró a Samir abriendo los ojos, como si éste fuera un loco que quería levantar vuelo moviendo los brazos.
Fue en ése momento, que la mujer se percató que el otro automóvil se acercaba rápidamente.
Samir miró a su izquierda, el conductor del auto-loco-veloz, se percató que otro conductor estaba en su camino y pisó el freno haciendo rechinar los neumáticos sobre el pavimento, pero no fue suficiente...
Samir miraba esporádicamente el automóvil frente a él y el que venía por su izquierda, en varios segundos pudo ver la expresión de sorpresa de cada uno de los conductores: Una mujer de treinta años y un adolescente de unos veinte años de edad, casi como él.
El impacto fue inevitable.
Lo dos vehículos parecieron fundirse uno dentro del otro mientras que se deformaban mutuamente. El ruido del golpe fue como una bomba, el sonido de la chapa doblándose, los cristales resquebrajándose, y luego... tumbos y más tumbos, gritos y silencio... sólo un perturbador e incómodo silencio.
Samir no podía creer lo que había presenciado. El Peugeot que venía a toda velocidad, había chocado la puerta del acompañante del Valiant.
El primero había saltado por los aires como si el vehículo hubiera estado fabricado en goma, ya que cayó en el pavimento y rebotó cuatro veces hasta detenerse por completo.
El segundo, había dado un trompo mientras que se deslizaba como si el concreto fuera un gran bloque de hielo; luego había volteado de lado sobre la puerta del conductor, para finalmente caer pesadamente sobre el pavimento.
-¡Por Dios! –dijo Samir.
Estaba petrificado, aún no sabía que hacer. No podía mover sus piernas que temblaban como si no pudieran sostener su propio peso.
En un momento un pequeño hilo de orina hizo su aparición pero se contuvo, el miedo lo estaba dominando.
Samir miraba los dos automóviles destrozados con la misma expresión que un niño ve la mano del monstruo salir debajo de la cama para tomarlo fuertemente de los tobillos y llevarlo a su guarida para devorarlo por partes.
Un débil quejido lo hizo reaccionar.
-Ahhhhh... ayyyyy... ahhhh –se quejó la mujer entre el montón de hierros retorcidos-.
Samir primero miró hacia todos lados, no podía creer que estuviera solo, no podía creer que no hubiese nadie para ayudarlo con las víctimas de ese terrible accidente.
-Ayyyyyyy... Diiii-oooo-s –gimió nuevamente la voz.
El muchacho miró hacia lo que había sido momentos antes el Valiant, y empezó a caminar como un sonámbulo, sin dejar de mirar en dirección a la cabina del conductor.
En un momento tuvo ganas de huir no quería quedar envuelto en algún asunto desagradable, pero siguió caminado igual en dirección al amasijo de hierros.
Mientras se acercaba, una forma humana se iba recortando bajo las luces de neón.
Vio la silueta de la mujer que estaba sentada aún en la butaca del conductor. Su forma era irregular, era como si hubiera quedado congelada en el momento que bailaba una danza Árabe. Sus brazos estaban torcidos en varias direcciones y su torso no cuadraba con la dirección de su mirada. Tenía los ojos abiertos aún en señal de sorpresa, y por la comisura de sus labios corría un pequeño hilo de sangre que resplandecía bajo la luz artificial.
La luna se reflejaba en el combustible que se derramaba del tanque del automóvil y que ya estaba formando un charco considerable en el pavimento.
Miró un instante hacia el Peugeot que había caído sobre el techo; éste, se había replegado como un papel arrugado bajo el peso del chasis, el capot delantero había salido despedido como un naipe asesino y había colisionado violentamente contra un árbol, una de las luces delanteras iluminaba intermitente una canaleta por donde ingresaba un pequeño hilo de agua junto con distintos desperdicios.
No pudo ver al conductor.
-Di... ios mío… o –dijo nuevamente una voz suplicante.
Samir reaccionó enseguida, y caminó lentamente hacia la cabina dónde se encontraba la mujer. Su propia sombra cubrió por un instante el rostro enjuto de la mujer que estaba inclinada en su asiento como si fuera una señora gorda que no hubiera atinado el aterrizaje de sus enormes nalgas al sentarse en una pequeña banqueta.
La mujer miró al muchacho temblando. Algunos fragmentos del parabrisas delantero le habían hecho algunos cortes pequeños en la frente pero nada más.
Cuando Samir se acercó un poco más, vio que en realidad el corte de donde manaba sangre y que le corría a la mujer por la comisura de los labios, había sido producido por el corte de un pequeño vidrio que aún continuaba clavado en la piel como un resplandeciente aro de diamantes.
Los ojos de la mujer estaban abiertos con mucha expresión, era como si le hubieran dado un fuerte golpe con un bate de béisbol en la nuca: tenía las pupilas altamente dilatadas y su lengua un poco hacia fuera.
Samir tembló en su sitio, no sabía que hacer. Giró y miró la estación de trenes de Ituzaingó totalmente vacía. En un momento pensó en correr hasta la garita de taxis, donde seguramente algún chofer estaría durmiendo o tal vez alguno estaría velado por las tazas de café.
Retrocedió dos pasos.
-¿Samir...? –preguntó una voz suave y hasta cierto punto sensual.
El muchacho miró de reojo la cabina del automóvil.
Silencio...
La mujer estaba en su sitio, su pecho se movía espasmódicamente y su cabello pelirrojo le caía suavemente sobre un hombro de donde salía un brazo que remataba en una mano gravemente torcida.
Samir dio un paso hacia el costado, para dirigirse a la garita de taxis.
-Samir... no vayas por favor –dijo la voz.
El joven dio un salto hacia atrás como un gato sorprendido por un perro malévolo, hasta los vellos de su espalda se había erizado.
Se quedó en silencio un segundo.
-No vayas... acércate
Samir sonrió automáticamente, tal vez en cualquier momento se auto-declararía abiertamente demente.
"¿La mujer me está hablando?" pensó un instante.
-Acércate Samir... por favor... por favor –volvió a decir la voz.
No cabía duda alguna... "Me estoy volviendo loco" pensó.
-No te estás volviendo loco Samir, ven... acércate no temas –dijo nuevamente la voz.
Los ojos del muchacho se abrieron como los ojos de un gato mirando un desprevenido ratón. Sonrió nuevamente y jugó con sus dedos. Sin querer clavó la uña de su dedo pulgar en la palma de su otra mano hasta hacerla sangrar.
No sentía dolor, el miedo había abarcado el lugar de cualquier otra sensación; no tenía frío, ni sueño, ni hambre... sólo miedo, y miedo del bueno.
El viento sopló haciendo que las copas de los árboles cercanos se doblaran un poco. Una bolsa de polietileno quedó envuelta en un pequeño remolino de aire y quedó enganchada en la reja oxidada de un negocio cercano que se dedicaba a la venta y alquiler de autos usados.
-Samir, no te haré daño... no temas, acércate –dijo la voz nuevamente-.
-¿Co...? ¿Com..? ¿Co... co...co..?
-¿Cómo sé tu nombre...? –respondió la voz, a la fallida pregunta de Samir-.
Silencio total.
-Te veo Samir... veo quien eres, veo tu interior –respondió la voz.
-¿Usss... usted... está...está... muerta? –preguntó Samir son acercarse-.
-No hijo, no estoy muerta, no temas... ven –dijo la voz.
Samir se acercó vacilantemente; por su mente, recorrieron miles de pensamientos extravagantes. Una retahíla de palabras vinieron a su mente: Fantasma, terror, muertos vivientes, Drácula, Frankestein... Dios.
"Dios mío, ayúdame" pensó Samir mientras que caminaba nuevamente hasta el automóvil destruido.
Miró el rostro de la mujer.
Sus ojos aún continuaban sorprendentemente abiertos, y el hilo de sangre seguía corriendo, pero el gesto de la mujer era sereno. Tenía el ceño suavemente arqueado hacia arriba.
Cuando la mujer vio a Samir sonrió e inclinó al cabeza como quien ve lo más perfectamente adorable del mundo, eso que regocija el alma hasta llevarla a límites incomprensibles.
Samir temblaba. Tuvo todas las ganas que de las suelas de sus sandalias salieran cohetes como los de Astro-Boy, y salir volando cortando las nubes a su paso.
Pero no se elevó ni un milímetro del suelo.
-Acércate más Samir... hijo por favor acércate –dijo la mujer moviendo apenas los dedos de una de sus manos.
Samir no se movió.
-Hijo... no temas, mi cuerpo está desecho, y en realidad yo tendría que ir hacia ti pero no puedo, solamente he vuelto para hablar contigo –dijo la mujer-. Es realmente un honor tenerte aquí conmigo –agregó.
-¿Quién... que es usted, es un fantasma? –preguntó.
-No Samir –la mujer sonrió dulcemente. No soy un fantasma hijo, me llamo Susana... Susana Rivero –dijo la mujer.
-¿Quiere que llame un médico? –preguntó Samir.
-No... quiero que te quedes aquí conmigo, tú y yo, nadie más
–dijo la mujer.
-¿Qué es lo que quiere señora?
-Quiero que me salves –dijo la mujer.
-¿Salvarla...? No puedo salvarla señora. ¿Quiere que llame a los bomberos? –preguntó nuevamente Samir.
-Si hijo... tú me puedes salvar –dijo la mujer-, acércate a mí por favor, no te haré daño alguno.
Samir se acercó un poco, lo suficiente como para ver de cerca los ojos de la mujer. Eran de un profundo color miel, uno de sus ojos parecía tener un pequeño derrame pero ambos miraban a Samir fijamente, pero con todo cariño.
La mujer trató de mover un brazo, pero sólo pudo contornearse bobamente como un pingüino; y finalmente pareció que sus fuerzas se agotaron; quedó jadeando con su cabeza gacha en señal de derrota.
El muchacho al ver esto, se acercó un poco más.
Sus sandalias pisaron restos de vidrios haciéndolos crujir. Una de sus rodillas rozó suavemente una de las ópticas que estaban colgando del chasis como un ahorcado recientemente ejecutado.
La mujer alzó la vista y miró a Samir, volvió a sonreír...
¿Qué necesita señora...que quiere? –preguntó Samir.
-Quiero que hablemos –respondió la mujer.
-¿Quiere que hablemos...? ¿no prefiere que llame a un doctor?
–preguntó extrañado el muchacho.
-No hijo... ya no hay tiempo, y aún así no podrían hacer nada por mí –dijo la mujer.
-Pero señora solamente...
-No Samir... solamente tú me puedes curar y guiar para volver a ser –dijo la mujer interrumpiendo al muchacho-. Solamente tú puedes darme lo que necesito ahora.
-Señora no sé que pueda hacer por usted –respondió Samir.
-Dime... lo que sabes, enséñame a vivir ¿Cómo es vivir? –preguntó la mujer.
Parecía ser una pregunta retórica, pero Samir miró a la mujer y pensó que tal vez la moribunda estuviera delirando, y si pronto iba a morir, trataría de seguirle la corriente.
-¿Vivir...? No lo sé señora
-Llámame Susana por favor
-No lo sé Susana... no sé que es vivir –respondió Samir-. ¿Usted me puede decir que es vivir?
-Samir... estoy a las puertas de mi vida... de mi verdadera vida, dejando todo lo que fui, y volviendo a lo que soy en realidad, a mí verdadera esencia... a mí casa –respondió la mujer.
-¿A su casa...? –preguntó Samir-. "Pobre mujer, está delirando" pensó.
-Y dime... hijo, ¿Qué es vivir para ti? –preguntó nuevamente la mujer.
-¿Vivir...? creo que lo único que puedo decirle es que vivir es solamente disfrutar cada oportunidad que se presenta en la vida... tomar todo y seguir caminando hasta encontrar lo que necesitamos y quedarse ahí por un tiempo –respondió Samir.
-¿Cómo un águila...?
-No entiendo señora... Susana.
-Cómo un águila, que emprende vuelo y toma lo que encuentra a su paso; es rapaz, veloz, no teme a nada y a nadie, es inalcanzable y hasta cierto punto su vida es mágica –dijo la mujer.
-Si... tal vez así, como un águila –asintió Samir.
-¿Tienes alas Samir? –preguntó la mujer.
-No señora.
-¿Tienes garras?
-No señora
¿Eres inalcanzable?
-No señora.
¿Tu vida es mágica?
-No señora.
¿Entonces porque te comparas con algo que no eres y nunca serás? –preguntó la mujer.
-No lo sé... quizá era una manera de explicarle lo que siento a veces –respondió el joven.
-¿Lo que sientes? –preguntó la mujer.
-Si señora... Susana –empezó a decir Samir-. No siento que encaje en éste lugar, en éste mundo. Mi vida dista mucho de ser mágica, no tengo alas ni garras, no soy intrépido ni audaz, no soy aventurero y la mayor parte de mi vida, la he vivido con temor...
-¿Tienes miedo de vivir? –preguntó la mujer.
-Si... muchas veces tengo miedo de vivir –respondió Samir.
Y dime hijo... ¿tienes miedo de morir...? –preguntó la mujer.
-Si también señora.
-¿Y cómo le tienes temor a muerte si no has aceptado los retos que te presenta la vida? –preguntó la mujer.
-¿Pero que tiene eso que ver con mi temor por la muerte? –preguntó Samir.
-Eres parte de un milagro eterno y por ahora estás vivo, y no se te ha dado el don de la vida para que te retuerzas en tus temores hacia la muerte, porque no son más que una misma cosa, así como la alegría y la tristeza, el odio y el amor, la paz y la guerra; la vida y la muerte son inherentes una de otra, y siempre lo serán. Cuando tú caminas por un lado de la vida, también transitas por el otro lado: la muerte. Y aunque no la veas siempre está ahí, como un ladrón esperando por su botín... e indefectiblemente un día vendrá a ti y te pedirá cuentas... Pero sabe Samir, que como la muerte es un ladrón en la noche, no roba al que tiene las manos vacías, sino al que mucho lleva, y no te estoy hablando precisamente de bienes materiales.
Samir estaba confundido... pero a la vez, estaba perplejo por las palabras de la moribunda.
-No entiendo señora... perdón... Susana.
-Samir... la muerte es el ladrón que ha acechado desde siempre el sueño de los que se abrazan a las posesiones materiales y lo superficial de éste mundo; más, la muerte no busca su realización en lo que tu has construido, sino en la fuerza que has tenido para construir, no busca la cantidad de amores que has tenido, sino la pureza de amor que has dado, no busca tu piel, ni tus órganos, sino lo que escondes dentro ellos, no busca tu vida, sino lo que has hecho por ella para que mereciera llamarse de esa manera ¿Entiendes...?
Un poco señora... ¿Usted me está diciendo que la vida no reclama lo que yo veo de mí mismo? –preguntó Samir.
-Justamente reclama lo que no ves, lo que nadie ve, lo oculto, y cuando ella ya ha decidido que eres merecedor de cumplir el destino, te abraza y cierras los ojos para ver lo que siempre fue –dijo la mujer.
-¿Destino...? ¿Qué destino? –preguntó Samir.
-Todos tenemos un destino Samir, que va más allá de lo que ves ahora... Todo lo que es... es, más no será jamás cuando te des cuenta que todos tenemos dones, y tú has sido bendecido con el mayor don de todos...
-¿Un don...? señora Susana, se equivoca, yo no he recibido ningún don, creo que al contrario de lo que usted dice, he sido maldecido por Dios –afirmó Samir.
La mujer sonrió, pareció querer soltar una carcajada, pero solamente pudo toser, tuvo un pequeño acceso de convulsiones pero enseguida se recompuso.
-Samir... Dios no te ha maldecido ni a ti ni a nadie, solamente te ha dado un camino que seguir, y cuando tú te pierdes sientes que no encajas en nada. Samir... busca tu don dentro de ti, éste te llevará directamente a tu destino, cuado encuentres tu don púlelo hasta volverte un eximio profesional en lo tuyo y tendrás una vida; y cuando tengas una vida, la muerte solamente será tu reposo y no tu castigo –dijo la mujer.
El joven se quedó en silencio un segundo.
-¿Usted que don tiene señora? –preguntó Samir.
La mujer lo miró con misericordia infinita.
-Hijo... yo no pude descubrir mi don sino hasta éste mismo momento, todo lo demás que he hecho en mi vida fue trabajar, mantener lo que construí junto a mi esposo, ser una buena amante, esposa y madre, correr tras el dinero, pero eso no es todo Samir... si bien todos formamos parte de una sola alma, los sentimientos más extremos de la vida y la muerte se viven en soledad. Todos podrán ver que estás enamorado, más nadie podrá vivir tu amor, todos saben que sufres, pero nadie podrá sentir tu sufrimiento, tus éxitos, tus fracasos, tus momentos por vivir, inclusive tu muerte, serán huellas indelebles en tu historia, en la tierra y en el cielo, en lo que ves y lo que no y aunque yo misma veo dentro de ti, no puedo saber que sientes. Samir eres único, al igual que yo. Y en tu búsqueda recuerda que todos tenemos un don, ése es el soplo del creador en nuestra alma y cuando lo encuentras, Él sonríe en la tierra porque una nueva vida a comenzado. Recuerda Samir... encuentra tu don, púlelo, vive y cumple tu destino...
-Entiendo lo que dice señora, pero no creo poder hacerlo...
-Lo harás Samir... ahora... estoy una vez más llegando, te veré Samir, te buscaré –dijo la mujer jadeando.
Abrió sus enormes ojos color miel y sonrió.
¿Está llegando... adonde me verá? –preguntó el joven.
Silencio.
-¿Señora...? ¿Susana...? –preguntó Samir.
Pero el silencio fue la única respuesta.
Miró a la mujer una vez más. Ésta, estaba recostada en la butaca del automóvil en la misma forma que Samir la había estado mirando durante toda la conversación, pero esta vez tenía los ojos cerrados, muy apretados, como si no hubiera querido ver la inevitable colisión que instantes después tuvo lugar.
Samir se quedó de pie un instante. Pensó en caminar hacia la mujer, pero el miedo lo embargó nuevamente.
Alguien lo cogió fuertemente del brazo, y casi lo arrastró a la acera más alejada.
-¿Muchacho estas bien? –preguntó una voz ronca y gruesa, al momento que se escuchaba un sonoro motor veloz, que pasaba cerca y un par de bocinazos.
Samir volvió a saltar como un gato asustado. Su piel se había crispado nuevamente.
"Son los taxistas" pensó Samir.
-Ssss-si, estoy bien gracias... gracias –respondió Samir-, al ver a un hombre delante de un grupo de unos seis hombres, todos con pullovers color azul y pantalones de corderoy haciendo juego.
Y en efecto, los taxistas que tenían su terminal frente a la estación de Ituzaingó estaban rodeando a Samir.
"Por fin… algo de ayuda" pensó enseguida.
-¿Estás bien hijo? –le preguntó uno de los hombres nuevamente-.
-Si estoy muy bien... gracias –respondió.
-¿Que sucedió? –preguntó el hombre con el rostro enjuto y abriendo sus ojos color café-.
-Si... si vi cómo los dos autos chocaron –respondió Samir estólidamente.
-¿Ehhh..? –exclamó el hombre frunciendo el ceño-.
-Vi... cuando los dos autos chocaron, pero estuve hablando con una señora de nombre Susana... Susana Rivero si mal no recuerdo, ella habló conmigo y luego se desmayó –explicó Samir.
-¿Cómo dices muchacho? –preguntó el hombre pasándose la mano por su cabello rubio.
-Le digo que vi cuando los dos automóviles chocaron y...
El hombre apartó la vista de Samir, miró en dirección donde señalaba la mano del muchacho y movió un poco su cuerpo permitiendo que el muchacho mirara el lugar.
-Vi cuando los dos automóviles chocaron y yo...
Las palabras murieron en sus labios como si hubieran sido ejecutadas.
No había choque, ni cristales rotos, no había muertos, no había Susana Rivero... no había nada, absolutamente nada.
-¿Estás bien muchacho...? –preguntó nuevamente el taxista, al momento que colocaba una de sus manos sobre el hombro de Samir, y los demás hombres lo miraban como si fueran cirujanos contemplando alguna extraña mutación de la naturaleza.
Samir miró una y otra vez a ambos lados. Reflejó sus ojos una vez, dos veces; pero las imágenes no aparecían, sólo vio un pequeño ratón valiente que asomaba su puntiaguda y cómica trompa por una de las rejillas de la avenida.
-Señor... yo estuve aquí... y... y...y vi el choque –dijo Samir vacilando-.
¿Cómo te llamas hijo? –preguntó uno de los taxistas, el más viejo-
-Samir... señor.
-Samir... si mi compañero no te ayudaba a tiempo, el automóvil que pasó por aquí te hubiera revoleado por los aires como un muñeco de trapo –explicó uno de los taxistas.
¿El automóvil...? ¿Qué automóvil? –preguntó Samir con palabras pulsátiles y casi escupiéndolas como si fuera el gato Sylvestre.
-¿No has visto el Peugeot rojo que un poco más te atropella? –preguntó el hombre encendiendo un cigarrillo.
-¿Peugeot...? ¿Que casi me atropella? –preguntó Samir incrédulamente-.
-Samir... estabas de pie en el medio de Avenida Rivadavia moviendo los brazos, como si estuviera hablando con alguien... Primero te vimos pero pensamos que estabas borracho, y nos olvidamos del caso, pero después vimos que te quedabas ahí de pie, solo –explicó el hombre que lo había salvado-.
-¿Cómo... que... que dice señor? –preguntó el muchacho sonriendo como si todos estuvieran chiflados, inclusive él.
-Si hijo... te vimos ahí de pie, hablando solo –dijo uno de los hombres, señalando el lugar donde había estado Samir.
-¿Solo...? Pero... pero si había una señora, que estaba en un automóvil, conduciendo un Valiant azul... El Peugeot la chocó en la puerta del acompañante y... y...
-¿Y luego que hijo...? –preguntó inquisitivamente uno de los hombres-.
-Y luego hablamos, e-e-lla me habló, me dijo que se llamaba Susana... Rivero –dijo finalmente Samir.
Los hombres se miraban entre sí sin entender nada. Parecía que el joven estaba borracho o drogado nomás; tal vez se había fumado un cigarro de marihuana y eso, lo había dejado un poco "fuera de orbita".
-Samir... aquí no ha pasado nada, solamente estuviste a punto de morir atropellado –dijo uno de los hombres, mientras que los demás ya se alejaban en silencio, y murmurando entre sí-.
-Ten más cuidado la próxima vez hijo –le dijo el taxista más viejo y se alejó con un andar un poco cansino-.
Samir miraba como los hombres se alejaban pacientemente. Algunos reían a carcajadas.
"Soy un estúpido" pensó.
Y cruzó nuevamente Rivadavia; miró hacia ambos lados, y se detuvo donde antes había estado de pie... Era verdad, no había nada, nadie, sólo él y su locura.
Sonrió un poco y rascó un poco su frente arqueando las cejas.
"Es mejor que camine rápido" se dijo a sí mismo, alzó la vista, vio la luna nueva.
En ése momento empezó a lloviznar finamente.
Samir volvió a mirar avenida Rivadavia, caminó con su cabeza gacha y empezó a alejarse lentamente.
Luego de un minuto, empezó a llover copiosamente.
En el cordón de la acera, el agua empezó a correr sobre un pequeño mármol embutido y gastado, oculto bajo una mata de arbustos desprolijos. En él había una simple inscripción: "En memoria de nuestra hija Susana E. Rivero. Desde que partiste a las manos de Dios desde ésta calle, nosotros te rec...
No se leía más.
Esa misma noche, una mujer gritaba de dolor, su esposo la tomaba de las manos mientras la besaba en los labios.
Segundos después, daba a luz a una hermosa niña de ojos color miel en una sala del Hospital de Haedo, donde se podían escuchar los truenos a lo lejos.
“¡Susana!” dijo la mujer enjugándose las lágrimas y arropando a su hija. Tanto su esposo como ella lloraban de alegría.
Samir miró el cielo negro. Secó un poco el agua que le caía pesadamente en los cabellos. Un relámpago serpenteó en el cielo. Llegó a un cruce de caminos y detuvo un instante su andar...
"Cumple tu destino Samir", las palabras aún resonaban en sus oídos. Caminó hacia las cuatro esquinas, se sentó pesadamente en la acera como si fuera un anciano y se acurrucó protegiéndose de la lluvia y el viento.
Jesús Alejandro Godoy