viernes, 23 de mayo de 2008

¿De qué depende la felicidad?

Una mujer se quejaba, en una reunión, de que su marido siempre estaba en casa. Cuando él salía del trabajo de inmediato se trasladaba a su hogar.
Sábados y domingos se hallaba ahí de tiempo completo. Su malestar consistía en nunca poder estar sola. Esta situación se le había convertido en un auténtico fastidio. En cambio, otra de las asistentes a la reunión, se lamentaba que su pareja viajaba demasiado y era muy poco el tiempo que compartían. Una más, se sentía fastidiada porque su madre siempre estaba atenta de ella, la llamaba todos los días y constantemente preguntaba por su salud. Una señora, de mediana edad, se dedicó a quejarse de su trabajo, se le hacía rutinario y, por la cantidad de problemas que tenía a diario que resolver, muy pesado.

Así, el grupo de mujeres que se había reunido para compartir una taza de café, más bien parecía una manifestación de mártires graduadas, cuyo único afán era compartir sus amarguras, o al menos parecía una competencia de quien sufría más. Por supuesto, en su opinión, cada una de ellas se merecía el galardón del primer lugar, pues nadie de las presentes la podía superar.

Yo cambié de óptica y traté de analizar lo positivo que contenía la situación de cada mujer. De la que se quejaba de la presencia de su esposo, su bendición era tener alguien que siempre la acompañaba; de aquélla que se lamentaba de la ausencia de su pareja, su bendición era tener tiempo para dedicarse a otras cosas; quién no soportaba su trabajo, su bendición era tenerlo; y que decir de la bendición de tener una madre que cariñosamente se ocupa de su hija.

Concluí que toda bendición no aceptada se convierte en maldición. Que es usual tropezarse con personas que han hecho de sus vidas un calvario, pues han perdido la dimensión positiva de sus circunstancias, convirtiéndose en inconformes negativos.

Creo que les produce una gran satisfacción recibir la compasión de los demás, de hecho, es un juego psicológico para manipular el reconocimiento.

Obedece a una necesidad inconsciente de recibir caricias. Por supuesto, en un juego mortal, pues perdemos la vida, porque en lugar de crecer en la intimidad y construir una valiosa relación, nos dedicamos a desperdiciar el recurso más valioso, no renovable e irrecuperable, que es el tiempo.

Un factor dinámico para lograr triunfar es la confianza firme en tu poder interno. Fórmate una imagen nítida y definida de lo que deseas ser y de las cosas maravillosas que quieres y te propones lograr. Desecha la idea de que eres una persona de segunda clase. Mírate como una persona valiosa y decidida, capacítate y cultívate con miras a ser más eficiente. Empieza a verte HOY desde la perspectiva de una persona triunfadora que sobrepasa sus propios obstáculos internos.

Miguel Angel Cornejo

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