lunes, 24 de octubre de 2011

El arbolito


Había una vez un arbolito feliz. Entre sus ramas había pichones traviesos que jugaban y piaban todo el día.
El árbol conocía muy bien a todos  y los quería, los quería tanto...
Cuando hacía frío los pichones se acurrucaban entre sus hojas y si el sol estaba tibiecito, el  árbol, moviendo sus ramas, les hacía dar saltitos invitándolos a jugar.
Pero un día, entre saltito y saltito, los pichones subieron  la rama más alta del árbol y vieron un azul hermoso y un bosque lleno de otros árboles que no conocían.
Se dieron cuenta entonces que sus alitas habían crecido lo suficiente como para intentar volar. Un aleteo...y otro más...y por  fin el cielo no pareció tan lejano. Uno a uno, los pichones se fueron volando. El árbol los miró partir con orgullo, porque entre sus ramas los había cuidado durante mucho tiempo. Él sabía que en una tarde de lluvia los volvería a ver acurrucándose entre sus ramas, los recordaría siempre a cada uno de sus pichones.
Esa noche el árbol quedó sólo y vacío. A la mañana siguiente no sólo el rocío mojaba sus hojas....nadie se había dado cuenta que había llorado.

Autor desconocido

sábado, 22 de octubre de 2011

La humildad


Se acercaba mi  cumpleaños y quería ese año pedir un deseo especial al apagar las  velas de mi pastel.

Caminando por el parque, me senté al lado  de un mendigo que estaba sentado en uno de los bancos, el más  retirado, viendo dos palomas revolotear cerca del estanque y me  pareció curioso ver a un hombre de aspecto abandonado, mirar las  avecillas con una sonrisa en la cara que parecía eterna.  Me acerqué a él  con la intención de preguntarle por qué estaba tan feliz.
Quise,  también, sentirme afortunado al conversar con él, para sentirme más  orgulloso de mis bienes, porque yo era  un hombre  al que no le faltaba nada, tenía mi trabajo que me producía mucho  dinero, claro ¿Cómo no iba a producírmelo trabajando tanto?, tenía  mis hijos a los cuales, gracias a mi esfuerzo, tampoco les faltaba  nada y tenían los juguetes que quisiesen tener.
En fin, gracias a  mis interminables horas de trabajo, no les faltaba nada a mi  familia.
Me acerqué entonces al hombre y le pregunté, ¿Caballero  qué pediría usted, como deseo en su cumpleaños?

Pensando yo, que  el hombre, me contestaría que dinero y así de paso, yo darle unos  billetes que tenía y hacer la obra de caridad del año.

No  sabe usted mi asombro, cuando el hombre me contesta lo siguiente,  con la misma sonrisa en su rostro que no se le había borrado y nunca  se le borró:

-Amigo, si pidiese algo más de lo que tengo  sería muy egoísta, yo ya he tenido de todo lo que necesita un hombre  en la vida y más. Vivía con mis padres y mi hermano antes de  perderlos una tarde de Junio, hace mucho, conocí el amor de mi padre  y mi madre, que se desvivían por darme todo el amor que les  era posible, dentro de nuestras limitaciones económicas. Al  perderlos, sufrí muchísimo, pero entendí que hay otros que nunca  conocieron ese amor, yo sí y me sentí mejor.
Cuando joven, conocí  una niña de la cual me enamoré perdidamente, un día la besé y  estalló en mí, el amor hacia aquella joven tan bella que cuando  luego se marchó, mi corazón sufrió tanto... Recuerdo ese  momento y pienso que hay personas que nunca han conocido el amor y  me siento mejor.

Un día en este parque, un niño correteando, cayó al piso y  comenzó a llorar, yo fuí, lo ayudé a levantarse, le sequé las  lágrimas con mis manos y jugué con él por unos instantes más y  aunque no era mi hijo... me sentí padre, y me sentí feliz, porque  pensé que muchos no han conocido ese sentimiento.

Cuando  siento frío y hambre en el invierno, recuerdo la comida de mi madre  y el calor de nuestra pequeña casita y me siento mejor, porque hay  otros que nunca lo han sentido y tal vez, no lo sentirán nunca.  Cuando consigo dos piezas de pan, comparto una con otro mendigo del  camino y siento el placer que dá compartir con quien lo necesita,  y recuerdo que hay unos que jamás sentirán ésto.

Mi querido  amigo, qué más puedo pedir a Dios o a la vida cuando lo he tenido  todo?, y lo más importante es que estoy consciente de  ello.

Puedo ver la vida en su más simple expresión, como esas  dos palomitas jugando, ¿Qué necesitan ellas? lo mismo que yo,  nada... Estamos agradecidos al Cielo de ésto y sé que usted, pronto  lo estará también.

Miré hacia el suelo un segundo, como  perdido en la grandeza de las palabras de aquel sabio, que me había  abierto los ojos en su sencillez, cuando miré, a mi lado, ya no  estaba, sólo las palomitas y un arrepentimiento enorme de la forma  en que había vivido sin haber conocido la vida. Jamás pensé que  aquel mendigo, era tal vez un ángel enviado por el Señor, que me  daría el regalo más precioso que se le puede dar a un ser  humano...

La  Humildad.

Autor desconocido.

domingo, 9 de octubre de 2011

La tentación del justo

Un grupo de demonios intentaba entrar en el alma de un hombre santo que vivía cerca del Cairo. Ya le habían tentado con mujeres de Nubia, manjares de Egipto, tesoros de Libia, pero nada les había dado resultado.
Un día que Satanás pasaba por allí, se fijó en los esfuerzos de sus siervos.
-¡No entendéis nada! -Dijo Satanás- No habéis utilizado la única tentación a la que nadie se resiste. Os lo demostraré. Se acercó al hombre santo y le susurró a los oídos:
-¿Te acuerdas de aquel sacerdote que estudió contigo? Le acaban de nombrar obispo de Alejandría.
De inmediato, el hombre santo tuvo un ataque de rabia y blasfemó contra la injusticia de Dios.
-La próxima vez debéis empezar con esta tentación -dijo Satanás a sus siervos-. Un hombre puede resistirlo casi todo, pero siempre siente envidia de la victoria de su hermano.

sábado, 25 de junio de 2011

No tuvo miedo

Le despidieron. La verdad es que había cometido un error, siendo demasiado imprudente con un cliente. el cliente no volvió, y puso una fuerte reclamación a la empresa.
Ahora, Juan se encontraba en la calle, casado y con un niño recién nacido.
¿Qué haría? ¿Dónde iría? ¿En qué trabajaría?
No se lo había esperado.
Es la historia de un amigo.
Pero es la historia de otras muchas personas que, por azar, por buscarlo o por golpe del destino, cambian de tercio en la vida.
La reflexión que hizo Juan fue sencilla y, a la vez, profunda. Nunca le había gustado su trabajo. Era muy costoso para él tener que dirigirse diariamente a su oficina. Muchas veces soñaba en cambiar de profesión.
Pero el miedo le paralizó siempre.
¿Qué pasaría con la hipoteca?
¿Cómo se ganaría la vida?
¿Ahora, qué le dejaría a su hijo?
Sin embargo, siempre había pensado en  cambiar.
Se planteó realmente ¿qué hubiera hecho de su vida de no haber tenido miedo?.
Ahora, después de perderlo todo, buscarse la vida se imponía forzosamente. Así que consideró el cambio, no como la posibilidad de perder algo valioso anteriormente, sino como la oportunidad de ganar mucho más. De manera que invirtió sus ahorros en el negocio de sus sueños. y, como resultado, recuperó su dinero, su vigor y su vida.

martes, 21 de junio de 2011

Volando alto

Después de la 2da. Guerra Mundial, un joven piloto inglés probaba un frágil avión monomotor en una peligrosa aventura alrededor del mundo.
Poco después de despegar de uno de los pequeños e improvisados aeródromos de la India, oyó un ruido extraño que venía de detrás de su asiento y se dio cuenta que había una rata a bordo y que, si roía la cobertura de lona, podía destruir su frágil avión.
Podía volver al aeropuerto para librarse de su incómodo, peligroso e inesperado pasajero.
De repente recordó que las ratas no resisten las grandes alturas.
Volando cada vez más alto, poco a poco cesaron los ruidos que ponían en peligro su viaje.


Autor Desconocido

martes, 7 de junio de 2011

Los deseos se cumplen

Había una vez, tres árboles en la colina de un bosque. Hablaban acerca de sus sueños y esperanzas, y el primero dijo: " Algún día seré un cofre de tesoros. Estaré lleno de oro, plata y piedras preciosas. Estaré decorado con labrados artísticos y tallados finos; todos verán mi belleza".
El segundo árbol dijo: " Algún día seré una poderosa embarcación. Llevaré a los más grandes reyes y reinas a través de los océanos, e iré a todos los rincones del mundo. Todos se sentirán seguros por mi fortaleza y poderoso casco".
Finalmente el tercer árbol dijo: " Yo quiero crecer para ser el más recto y grande de todos los árboles del bosque. La gente me verá en la cima, mirará mis poderosas ramas y pensarán en el Dios de los cielos, y cuán cerca estoy de alcanzarlo. Seré el más grande árbol de todos los tiempos y la gente siempre me recordará".
Después de unos años de que los árboles oraban para que sus sueños se convirtieran en realidad, un grupo de leñadores vino donde estaban los árboles.
Cuando uno vio al primer árbol dijo: " Este me parece un árbol fuerte, creo que podría vender su madera aun carpintero", y comenzó a cortarlo. El árbol estaba muy feliz debido a que sabía que el carpintero podría convertirlo en un cofre para tesoros.
El otro leñador dijo mientras observaba al segundo árbol:" Parece un árbol fuerte: creo que podré vender al carpintero del puerto". El segundo árbol se puso muy feliz porque sabía que estaba en camino de convertirse en una poderosa embarcación.
El último leñador se acercó al tercer árbol; éste estaba asustado, pues sabía que si lo cortaban, su sueño nunca se volvería realidad. El leñador dijo entonces: " No necesito nada especial del árbol que corte, así que tomaré éste". Y cortó el tercer árbol.
Cuando el primer árbol llegó donde el carpintero, fue convertido en un cajón de comida para animales, fue puesto en un pesebre y llenado con paja. Se sintió muy mal pues eso no era por lo que había orado.
El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña balsa de pesca, ni siquiera lo suficientemente grande para navegar en el mar, y fue puesta en un lago. Y vio cómo sus sueños de ser una gran embarcación cargando reyes había llegado s su final.
El tercer árbol fue cortado en largas y pesadas tablas y dejado en la oscuridad de una bodega. Años más tarde, los árboles olvidaron sus sueños y esperanzas por lo que tanto habían orado.
Entonces un día un hombre y una mujer llegaron a un pesebre, Ella dio a luz a un niño, y lo colocó en la paja que había dentro del cajón en el que fue transformado el primer árbol. El hombre deseaba haber podido tener una cuna para su bebé, pero este cajón debería serlo. El árbol sintió la importancia de este acontecimiento y supo que había contenido el más grande tesoro de la historia.
Años más tarde un grupo de hombres entraron en la balsa en la cuál habían convertido al segundo árbol. Uno de ellos estaba cansado y se durmió en la barca. Mientras ellos estaban en el agua, una gran tormenta se desató y el árbol pensó que no sería lo suficientemente fuerte para salvar a los hombres. Los hombres despertaron al que dormía, éste se levantó y dijo: "¡Calma y quédate quieto!" y la tormenta y las olas se detuvieron. En ese momento el segundo árbol se dio cuenta de que había llevado al Rey de Reyes y el Señor de Señores.
Finalmente un tiempo después alguien vino y tomó el tercer árbol convertido en tablas. Fue cargado en las calles al mismo tiempo que la gente escupía, insultaba y golpeaba al Hombre que lo cargaba. Se detuvieron en una pequeña colina y el Hombre fue clavado al árbol y levantado para morir en la cima de la colina. Cuando llegó el domingo, el tercer árbol se dio cuenta de que él fue los suficientemente fuerte para permanecer erguido en la cima de la colina, y estar tan cerca de Dios como nunca, porque Jesús había sido crucificado en él.

Autor desconocido

domingo, 15 de mayo de 2011

Dejando Huellas

Un hombre que acababa de encontrarse con Jesús Resucitado, iba a toda prisa por el camino de la vida, mirando por todas partes y buscando.  Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le preguntó:
-    “Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cristiano?”
El anciano, encogiéndose de hombros le contestó:
-    “Depende del tipo de cristiano que ande buscando”.
-    “Perdone”, dijo contrariado el hombre, “pero soy nuevo en esto y no conozco los tipos que hay.  Sólo conozco a Jesús”.
Y el anciano añadió:
-    “Pues sí, amigo; hay de muchos tipos y maneras.  Los hay para todos los gustos:  hay cristianos por cumplimiento, cristianos por tradición, cristianos por costumbres, cristianos por superstición, cristianos por obligación, cristianos por conveniencia, cristianos auténticos...”
-    “¡Los auténticos!  ¡Esos son los que yo busco!  ¡Los de verdad!”, exclamó el hombre emocionado.
-    “¡Vaya!”, dijo el anciano con voz grave.  “Esos son los más difíciles de ver.  Hace ya mucho tiempo que pasó uno de esos por aquí, y precisamente me preguntó lo mismo que usted”.
-    “¿Cómo podré reconocerle?”
Y el anciano contestó tranquilamente:
-    “No se preocupe amigo.  No tendrá dificultad en reconocerle.  Un cristiano de verdad, no pasa desapercibido en este mundo de sabios y engreídos.  Lo reconocerá por sus obras.  Allí donde van, siempre dejan huellas.

Autor desconocido

Ayudando

Juan sólo tenía seis años y quería tener un reloj de pulsera. Cuando se lo regalaron por fin, en Navidad, estaba impaciente por enseñarselo a su mejor amigo, José. La madre de Juan le dió permiso, y cuando su hijo salió de casa le hizo esta advertencia:
-Juan, ahora llevas tu reloj nuevo, y sabes leer la hora. De aquí a casa de José llegas andando en dos minutos; así que no tienes excusa para llegar tarde a casa. Vuelve antes de las seis para merendar.
-Sí, mamá -dijo Juan mientras salía corriendo por la puerta.
Dieron las seis, y ni rastro de Juan. A las seis y cuarto no había aparecido todavía, y su madre se irritó. A las seis y media seguía sin aparecer, y se enfadó. A las siete menos diez, el enfado se convirtió en miedo. Cuando se disponía salir a buscar a su hijo, se abrió despacio la puerta de la calle. Juan entró en silencio.
-¡Ay, Juan! -le riñó su madre-. ¿Cómo has podido ser tan desconsiderado?¿No sabías que yo me iba a preocupar?¿Dónde te has metido?
- He estado ayudando a José... -empezó a decir Juan.
-¿Ayudando a José?, ¿a qué? -le gritó su madre.
El pequeño empezó a explicarse otra vez:
-A José le han regalado una bicicleta nueva por Navidad, pero se cayó de la acera y se rompió y...
-¡Ay Juan! -le interrumpió su madre-, ¿qué sabe de arreglar bicicletas un niño de seis años? Por Dios, tú....
Esta vez fue Juan quien interrumpió a su madre.
- No mamá. No quise ayudarle a arreglarla. Me senté a su lado y le ayudé a llorar...


Autor desconocido

lunes, 2 de mayo de 2011

Aprender a comunicarse

Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño. "¡Qué desgracia, Mi Señor! Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad", dijo el sabio. "¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! ¡Que le den cien latigazos!", gritó el Sultán enfurecido. Más tarde ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: "¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes". Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: "¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro. El segundo sabio respondió: "Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado."

Autor Desconocido