domingo, 6 de julio de 2008

Polizonte de almas V

-Si... agua, de un color azul profundo, era un color que parecía tornasolarse con las gotas pulsátiles de agua que caían sobre la mujer. En un santiamén, el agua, o lo que fuera que salía del interior de la mujer, formaron una figura humana que estaba de pie a mi lado. Era la figura de un hombre alto, lo bastante como para que yo lo mirara alzando la vista. Los ojos de esta cosa eran como dos esmeraldas que brillaban en la oscuridad. No tenía boca, ni orejas, solamente esos dos ojos que brillaban sin parar...

-¿Abuelo...? ¿Es verdad lo que me está contando? –preguntó nuevamente el panadero con un poco de cobardía-.

-Si hijo, es la pura verdad –afirmó el viejo.

¿Y luego... que sucedió? –preguntó nuevamente el hombre, pero totalmente ensimismado en lo que contaba el viejo-.

-El hombre o la cosa ésta formada por el agua, solamente me miró, sus ojos centellearon en la noche y retrocedió como si me temiera, parecía ser asustadizo como un venado frente a un cazador. Pero no tuve miedo, parecía ser un ser perdido, solitario, hasta tuve ganas de invitarlo a tomar un café –dijo el anciano y sonrió-, luego, simplemente se confundió entre el aguacero y desapareció entre el agua de lluvia –agregó ante la mirada atónita del hombre calvo-.

-Es increíble lo que me cuenta –dijo el panadero con expresión de asombro-.

-Si... hijo, dicen que lo llaman el polizonte de almas porque fue un bebé abandonado. No llegó a vivir lo suficiente, y el tiempo que vivió lo vivió bajo la lluvia y murió bajo ella ahogado. Tal vez su vida terrenal habrá durado horas o segundos nadie lo sabrá. Pero lo cierto es que dicen que por alguna razón, éste ente renace de tanto en tanto bajo un aguacero como éste, para vivir lo que nunca pudo y tal vez, para buscar a su madre. Y siempre bajo una lluvia infernal como ésta –dijo el anciano señalando la puerta de la panadería-, y de tanto en tanto también vive en las personas que solamente él sabe que pronto morirán, y así vive un poco la vida que le fue arrebatada, pero es un fantasma que vaga entre algún mundo y éste –dijo finalmente el anciano-.

-Mire usted... para mí no deja de ser una leyenda un poco terrorífica –dijo el panadero sonriente-.

-Si, como te he dicho antes Francisco, tal vez sea una leyenda, pero bueno, solamente te he contado lo que ví... –dijo con recelo el anciano-.

-Está bien... no hay problema, lo que suceddd... ¿Cómo sabe mi nombre? –preguntó el hombre secando su calva-.

Miró al anciano directamente a los ojos.

Y vio cuando los ojos del viejo centellearon como dos esmeraldas, y de su boca salía un hilo de agua azul profundo...



-Luego dicen que de la boca y que de los ojos del viejo, salió el polizonte de almas y se introdujo silenciosamente pero rápidamente por los ojos del panadero calvo –dijo el muchacho-.

-Ayyyy ¡Vamos... no me asustes estúpido! –dijo la joven entre sonrisas-, sabes que después tengo pesadillas.

Ja, ja, ja, ja rió, casi vehementemente el joven.

-No seas tonto Aníbal... ¿por qué me cuentas esas cosas raras? –exclamó su novia con un gesto casi de súplica-.

-¡Es verdad Carolina...! Mira, todo sucedió en la panadería de aquí enfrente, me lo contó mi abuelo... me dijo que pasó allá por los años 70', antes de que empezara la Dictadura en Argentina. Hasta me dijo que la policía no quería remolcar la vieja camioneta que estaba estacionada en la acera de la panadería –dijo el joven con total seguridad-.

-¿En serio? –preguntó la joven con total terror-.

-Si... mi abuelo me contó que encontraron al anciano muerto sentado en una banqueta, un gato, un niño y una empleada de la panadería, todos muertos... ahogados –explicó el muchacho-, pero lo más extraño es que luego, el único acusado por los supuestos asesinatos se suicidó en la celda de la comisaría, y ése día dejó de llover...

-¿El hombre calvo... el panadero se suicidó? –preguntó la joven tomándose de la chaqueta de su novio-.

-Si, el panadero se suicidó –asintió el joven-. Luego la panadería fue cerrada para siempre, y algunos dicen que aún sus fantasmas rondan por el lugar –agregó con voz gutural-.

-¡Ayyyy noooo! Por favor Aníbal, no por favor, fantasmas no –gritó la mujer con súplica extrema-.

-Está bien cariño, tampoco es para tanto... –dijo el joven abrazando a su novia que ya estaba sollozando-.

La joven miró hacia la panadería. Ésta tenía todas las ventanas tapiadas con maderas. La persiana central de la fachada estaba completamente oxidada y aún se podía ver debajo del óxido, un color grisáceo, que parecía haber sido también el color original de la fachada.

-¿Estás seguro de lo que me éstas contando? –preguntó la joven asustadiza-.

-No lo sé cariño... sólo es una historia... una leyenda urbana –dijo su novio con una sonrisa-.

La mujer pareció calmarse.

Enseguida apareció un taxi bajo el aguacero, y frenó frente a la garita. La pareja subió al taxi sin poder evitar que la lluvia los empapara mientras abrían la puerta del automóvil.

La joven miró de reojo la panadería una vez más. Pareció escuchar un leve tintineo, como una campanilla y abrazó a su novio.

-Amor, es sólo una historia más... como las historias de Samir, la serpiente gigante del túnel o la casa infernal... sólo historias –dijo el joven sonriendo-.

-¿Adónde vamos? –preguntó el chofer del taxi-.

-A Barrio Marina por favor, Casacuberta y Bernardez –dijo el joven.



El taxi aceleró suavemente y se perdió bajo el aguacero.
Jesús Alejandro Godoy