miércoles, 22 de febrero de 2006

El roble

Había un viejo roble en el medio de una gran floresta. Hace algunos años, una enorme tempestad lo dejó partido y feo. Jamás había conseguido enderezarse, como los demás árboles.Cuando llegaba la primavera, se adornaba con flores nuevas y verdes que el otoño se encargaba de pintarlas todas de color rojiza.Pero en invierno los inclementes vientos soplaban y se llevaban todas sus hojas y nada podía esconder su fealdad. El árbol fue sintiéndose olvidado, abandonado, sin utilidad. Y un enorme vacío se apoderó de él. Cuando el viento del otoño pasó por allí, él viejo roble se lamentó: "nadie más me quiere. No sirvo para nada. Soy un viejo inútil."Transcurrieron días y, ya despuntando el invierno, un pájaro carpintero se posó en su tronco y empezó a picarlo en forma insistente.Tanto picó en el tronco hueco del roble que consiguió hacer un pequeño agujero, una puertita de entrada para su residencia de invierno.El carpintero arregló todo con muy buen gusto. Es decir, tenia todo prácticamente arreglado. Las paredes eran calentitas, placenteras y había muchos insectos que podrían alimentarlo como también a sus pichones.- ¡Estoy muy feliz en haber encontrado este árbol hueco! Será la salvación para mí y para mi familia en el frío que se acerca.Poco tiempo después, una ardilla se acercó y corrió por el tronco envejecido, hasta encontrar un agujero redondo, que sería la ventanita de su casa.La forró por dentro con musgo y llevó pilas y pilas de nueces que la alimentarían durante toda la estación de vientos helados.- Estoy muy agradecida, dijo la ardilla, por haber encontrado este árbol hueco.El roble empezó a sentir algunas cosas extrañas. Las alas de los pajaritos rozando en su intimidad. El corazón alegre de la ardilla, sus pequeñitas patas palpando el tronco diariamente hicieron que el árbol se sintiera feliz. Sus ramas pasaron a cantar felicidad. Cuando llegó la época de las lluvias, se dejó mojar, permitiendo que las gotas escurrieran por sus ramas, lentamente. Aceptó la nieve que lo envolvió en su manto muchas semanas, agradeció los rayos del sol y la luz de las estrellas.Todo era motivo de felicidad. El viejo árbol había vuelto a descubrir la alegría de servir.(El Libro de las Virtudes II - pág. 33 - El Árbol Solitario)

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