martes, 7 de febrero de 2006

El espejo desatendido

La miro desde un rincón de la habitación. Pasa indiferente ante mí. Nunca me ha hecho excesivo caso, salvo cuando me necesita. La veo contenta, feliz. Se está vistiendo, tomando la ropa que previamente había puesto encima de la cama. Es una mujer atractiva, de treinta años. Está feliz porque ha quedado con su amante. Lo sé, lo he visto más de una vez en esta misma habitación.Justo en este momento aparece la niña. Es la única de la casa que me hace caso. Pero es normal. Es una niña solitaria. Como yo, está acostumbrada a la indiferencia de los demás. Mientras su madre termina de acicalarse, ella juega con sus zapatos. Se muestra ante mí, coqueta, como antes su madre. Como siempre, viene a saludarme con su inseparable conejito de lana. Muerde y babea una esquina de una de sus orejas. Las pobres están sucias. El conejito también es un personaje desatendido.Permanezco a oscuras durante un tiempo. Ahora, este que está ante mí es el padre. Es el que menos atención me presta. Nunca me ve. Siempre va a lo suyo: su trabajo, su dinero. Su cara de amargura. Otro ser solitario. Debe ser triste pagar por tener una familia a la que no ves.Hoy he amanecido desde otro ángulo. Sé que estoy en un rincón del salón. A estas horas de la mañana veo a gente extraña. La niña ya no me hace caso. Corretea por todo el salón, por todas las habitaciones siguiendo a los hombres que cargan infinidad de muebles. El interés de los humanos es muy voluble.Ahora veo pasar una jovencita. Viene tres veces a la semana, de 9 a 12. La madre siempre la recibe con mala cara, quizá sea porque es difícil reconocerla. Hoy es rubia, hace dos días era pelirroja. Nunca me ha prestado atención excepto hoy. Todos se han ido: los hombres, la niña y la madre. El padre nunca está. La joven se queda para limpiar. Repara en mí y me pregunta qué hago en mitad del salón. Inquieta, nerviosa, mira a su alrededor aunque sabe que no hay nadie. ME BESA. Veo que se acaricia, ella espera que yo la mire. Me emociona. Estamos solos. SE AMA CON MI REFLEJO. Cuando termina, sonríe y se viste, incrédula de su propia audacia.Fue triste verla quererse en solitario, pero fue hermoso ser amado.
Mariano Carmenati

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