domingo, 5 de noviembre de 2006

Maestros de la vida

Hace algunos años, en las olimpíadas para personas con discapacidad de Seattle, también llamadas "Olimpíadas especiales", nueve participantes, todos con deficiencia mental, se alinearon para la salida de la carrera de los cien metros llanos. A la señal, todos partieron, no exactamente disparados, pero con deseos de dar lo mejor de sí, terminar la carrera y ganar el premio. Todos, excepto un muchacho, que tropezó en el piso, cayó y comenzó a llorar... Los otros ocho escucharon el llanto, disminuyeron el paso y miraron hacia atrás. Vieron al muchacho competidor en el suelo, se detuvieron y regresaron... ¡Todos! Una de las muchachas, con síndrome de Down, se arrodilló, le dio un beso y le dijo: "Listo, ahora vas a ganar". Y todos, los nueve competidores, entrelazaron los brazos y caminaron juntos hasta la línea de llegada.

El estadio entero se puso de pie. En ese momento no había un solo par de ojos secos. Los aplausos duraron largos minutos. Las personas que estaban allí aquel día, repiten y repiten esa historia hasta hoy.

Autor desconocido

2 comentarios:

alma dijo...

Una carrera con corazón!!

Gaiar dijo...

Y con alma :)