martes, 30 de mayo de 2006

Aprender a florecer

Ella era una joven de las familias más ricas de Los Angeles. Prestes a casarse, su prometido fue convocado para Vietnam. Antes, debería pasar por un entrenamiento de un mes.
Enamorada, ella optó por anticipar la boda y partir con él. Al menos podría pasar el mes del entrenamiento próximo a él, antes de su partida para tierras tan lejanas y peligrosas.
Prójimo a la base del desierto de California donde se daría el entrenamiento, había una aldea abandonada de indios Navajos y una de las cabañas fue especialmente preparada para recibir la pareja.
El primer día fue de felicidad. Él llegó cansado, quemado por el sol de hasta 45 grados. Ella lo ayudó a quitar la farda y acostostarse. Fue romántico y maravilloso.
Al final de la semana estaba infeliz y al fin de diez días estaba entrando en desesperación.
El marido llegaba exhausto del entrenamiento que comenzaba a las cinco horas de la mañana y terminaba a las diez horas de la noche. Ella era viuda de un hombre vivo, siempre exhausto. Escribió para la madre, diciendo que ya no aguantaba y preguntando se debería abandonarlo.
Algunos días después, recibió la respuesta. La vieja señora, de muy bueno sentido le envió una quadrinha en versos libres que decía más o menos así:

"Dos hombres vivían en una celda de inmunda prisión. Uno de ellos miraba para el alto y entreveía estrellas. El otro, miraba hacia bajo y solamente veía lodo. Abrazos. Mamá."
La joven entendió. Ella y el marido estaban en una celda, cada uno a su modo. Ver las estrellas o contemplar el lodo era su opción.
Por primera vez, en veinte días de vida en el desierto, ella salió para conocer los alrededores.
Por primera vez, en veinte días de vida en el desierto, ella salió para conocer los alrededores.
Inmediatamente adelante se sorprendió con la belleza de una concha de caracol. Ella conocía conchas de la playa, pero aquellas eran diferentes,belissimas.
Cuando su marido llegó en aquella noche, casi que ella ni lo percibió tan aplicada estaba en separar y clasificar las conchas que hube recogido durante todo el día.
Cuando terminó el entrenamiento y él fue para la guerra, ella decidió permanecer allí mismo. Descobrira que el desierto era un mar de bellezas.
De sus estudios e investigaciones resultó un libro que es considerado la obra más completa acerca de conchas marinas, porque el desierto de California un día fue fondo de mar y es un inmenso depósito de fósiles y riquezas minerales.
Más tarde, con lo retorno del esposo de Vietnam, ella volvió Los Angeles con la vida enriquecida por experiencias salutares . Todo porque ella hube aprendido a florecer donde Dios a hube colocado.
Divaldo Franco

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