Se citaron en el centro, en una zona exclusiva de coquetos restaurantes.
Caminaron una cuadras, tomados del brazo, alegres, intercambiándose miradas y gestos de cariño.
Se detuvieron bajo la marquesina de un restaurante chino, mirando hacia adentro para ver el ambiente. Lo que les atrajo la atención no fué precisamente el interior, sino un grupo de unas quince ladybugs (bichitos de color, que creo se llaman mariquitas en español) que brillaban sobre el muro rojo de la entrada. Al principio les parecieron artificiales, parte de ese decorado tan sofisticado.... Pero no. Bastó con que soplasen sobre ellos para que se movieran alborotados. Eran reales.
De pronto una mariquita saltó en un pequeño vuelo, y fue a dar sobre la blusa de seda azul de ella, posándose suavemente a la altura de su pecho.
Brillaba el sol, y ella, lejos de asustarse, la dejó estar, pensando que era un augurio de buena suerte, a pesar de la fobia que les tenía a los insectos.
Fué un raro episodio, tonto, intrascendente quizás, pero sin embargo si alguien le preguntara cual fué el mejor momento en ese día del encuentro, sin ninguna duda ella diría que fué cuando él , su amor , vió la mariquita posada sobre la blusa, y tendiendo su dedo índice, con gran delicadeza, dejó que se posara sobre el. Esperó un poco, observándola con ojos de niño, curiosos, y llenos de admiración, para luego soplarla cuavemente hasta hacerla volar.
¿Que pensaría él en aquel momento?
¿Lo recordaría algún día?
¿Coleccionaría pequeños instantes de alegría, así como lo hacía ella?
Pensó preguntárselo. Pero no. Guardó silencio disfrutándolo.
Simplemente, despés de todo, todos tienen derecho a disfrutar de un jardín donde vuelan las mariquitas.....suavemente.
Caminaron una cuadras, tomados del brazo, alegres, intercambiándose miradas y gestos de cariño.
Se detuvieron bajo la marquesina de un restaurante chino, mirando hacia adentro para ver el ambiente. Lo que les atrajo la atención no fué precisamente el interior, sino un grupo de unas quince ladybugs (bichitos de color, que creo se llaman mariquitas en español) que brillaban sobre el muro rojo de la entrada. Al principio les parecieron artificiales, parte de ese decorado tan sofisticado.... Pero no. Bastó con que soplasen sobre ellos para que se movieran alborotados. Eran reales.
De pronto una mariquita saltó en un pequeño vuelo, y fue a dar sobre la blusa de seda azul de ella, posándose suavemente a la altura de su pecho.
Brillaba el sol, y ella, lejos de asustarse, la dejó estar, pensando que era un augurio de buena suerte, a pesar de la fobia que les tenía a los insectos.
Fué un raro episodio, tonto, intrascendente quizás, pero sin embargo si alguien le preguntara cual fué el mejor momento en ese día del encuentro, sin ninguna duda ella diría que fué cuando él , su amor , vió la mariquita posada sobre la blusa, y tendiendo su dedo índice, con gran delicadeza, dejó que se posara sobre el. Esperó un poco, observándola con ojos de niño, curiosos, y llenos de admiración, para luego soplarla cuavemente hasta hacerla volar.
¿Que pensaría él en aquel momento?
¿Lo recordaría algún día?
¿Coleccionaría pequeños instantes de alegría, así como lo hacía ella?
Pensó preguntárselo. Pero no. Guardó silencio disfrutándolo.
Simplemente, despés de todo, todos tienen derecho a disfrutar de un jardín donde vuelan las mariquitas.....suavemente.
Germán Berdiales
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