Pedro cortejaba a una mujer muy bella, quería acostarse con ella y comprobar su machismo. Quería asi agrandar su pequeño ego.
Miguel, al contrario, estaba enamorado de una mujer tierna, esa que lo había sorprendido siendo para el lo que jamas esperaba pero todo lo que deseaba. Pero.. seria incapaz de abandonar a su esposa por ella. Eso nunca. No era el tipo de hombre que haría sufrir a nadie.
José hacia tiempo que admiraba de lejos a una chica muy femenina, nunca le dirigió la palabra, simplemente se dejaba encantar por ese ser carnal que dejaba a su paso el aroma de las flores y las docenas de miradas suspendidas y coquetas que cruzaban la suya con
ciertos esquives.
Manuel... Manuel se daba media vuelta cada vez que veía esa muchacha. Lo perturbaba, pero el nunca amaría a nadie, menos a ella. Tenía miedo. Mucho miedo de amar.
Sebastián había intentado tantas veces amar , pero era incapaz. No había remedio y esta vez no había sido distinto.
Eduardo, por otro lado, lo quería todo y apretó tan fuerte a su enamorada para retenerla, que como arena fina se le fué escapando entre los dedos.
¿A que viene todo esto?
No, no es nada. Simplemente que es la misma mujer. Es una sola ...
Esa es la palabra clave ...inmensamente SOLA.
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