En aquel momento Schehrezade vio aparecer la mañana, y discretamente dejó de hablar...
jueves, 31 de agosto de 2006
Café
miércoles, 30 de agosto de 2006
El parásito del amor
toda razón y lógica, y que dura un tiempo relativamente prolongado, acompañado de malestares de insomnio yla falta de apetito. Algunos pacientes experimentan
estados de idiotez de niveles importantes y simultáneamente se desarrollan ataques de celos.Algún tiempo después , cuando la dolencia se hahecho crónica y el sujeto percibe que algo no anda bien
y ya la libertad de ser "uno" no existe, empiezan las
palpitaciones, la falta de aire y elespacio personal, los dolores en el pecho y ladesesperación gratuita.La lucha contra este parásito y su erradicación, no esnada fácil. Se requiere una fuerza de voluntad en dosis mayores y aveces todo intento de eliminación es fútil. Algunos individuoshan ido desarrollando cierta inmunidad a este parásito,
a fuerza de haber contraído en alguna época previa la dolencia insensible. No hay lucha preventiva , ni vacuna , ni antídoto.Solo técnicas desarrolladas a golpe de lágrimas.
Estudios de laboratorio han concluído que debe ser la acumulación de sal yla digestión de malas experiencias, lo que ha
contribuido con cierta sinergia para lograr que algunas victimas salgan milagrosamente con vida.
martes, 29 de agosto de 2006
Juan Salvador Gaviota
Le interesaba ser ella misma, vivir intensamente,
potenciar todos sus talentos y posibilidades.
No aceptaba
la vida monótona y siempre igual de la bandada
que sólo se atrevía a vuelos rastreros, sin alma,
detrás de los desperdicios que arrojaban los barcos.
Ella sentía en su alma el llamado de las alturas,
la vocación de libertad. Por atreverse a proponer
una vida distinta, la aislaron, la dejaron sola,
la tacharon de loca, la desterraron.
Juan Salvador,
la pequeña gaviota, aceptó la soledad del aprender de nuevo,
la soledad de la búsqueda atrevida de mares nuevos,
nuevos cielos,
nuevos horizontes.
En lo profundo de su corazón adolorido,
sentía que sus alas habían nacido para abrirse a la inmensidad de lo desconocido.
Y se arriesgó.
Tras muchos ensayos fallidos,
un día se encontró surcando los altos cielos,
azules, maravillosos, inmensos,
con un halo de eternidad.
Y ese día entendió por qué y para qué había nacido gaviota.
Palpó el vértigo de lo profundo, vivió la originalidad,
la iniciativa,
la creatividad.
Experimentó las honduras de la perfección:
llegar hasta el final de lo emprendido,
llegar hasta la raíz,
el manantial de su propio ser. Ya no se trataba tanto de buscar la libertad,
como de ser libre.
Y se entregó apasionadamente a ser ella misma,
sin ataduras ni temores.
Pero Juan Salvador Gaviota seguía amando a los suyos
a pesar de que lo habían desterrado. Y decidió volver a la bandada para enseñarles que
la vida podía ser algo mucho más interesante que comer y disputarse los desperdicios de los barcos.
Estaba seguro de que su empresa no iba a ser nada fácil,
que de nuevo lo aislarían,
lo ofenderían,
pues no estaban dispuestos a cambiar ni a escuchar
tranquilamente que alguien les hablara de la necesidad de cambio. No importaba que no lo comprendieran: con que una sola gaviota se atreviera a soñar
y emprender un nuevo vuelo,
se justificaba su aventura.
En el fondo de su corazón,
Juan Salvador Gaviota
adivinaba que era imposible vivir intensamente su libertad sin intentar liberar a otros,
que la plenitud implicaba el servicio.
Volvió sin prédicas ni alardes. Sólo trataba de ser una auténtica gaviota
nacida para volar.
Poco a poco,
algunas gaviotas jóvenes
se fueron acercando a presenciar su vuelo vigoroso. Y le pidieron que les enseñara a volar. No les importaba que la bandada
los despreciara y expulsara.
Querían volar,
experimentar otra vida, atreverse a ser libres. Y se atrevieron
A vivir y a volar.
A ser ellas mismas...
Richard Bach
lunes, 28 de agosto de 2006
Respuesta de Buda
domingo, 27 de agosto de 2006
Minos para mi perrilla
Autor desconocido
sábado, 26 de agosto de 2006
El anillo
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
—Cuánto lo siento, muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizá después… —y haciendo una pausa agregó—: si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver mi problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar. —E…encantado, maestro —titubeó el joven, pero sintió que de nuevo era minusvalorado y sus necesidades postergadas. —Bien, —asintió el maestro. Se quitó el anillo en el dedo pequeño, y dándoselo al muchacho, agregó—: toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le volvían la cara y sólo un anciano fue tan amable como para explicarle que una moneda de oro era demasiado para entregarla a cambio de un anillo como ése.
En afán de ayudar, alguien ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el camino, más de cien personas, abatido por su fracaso montó su caballo y regresó.
¡Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
—Maestro —dijo—, lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto al valor del anillo. —Qué importante lo que dijiste, joven amigo, —contestó sonriente el maestro—. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no te importe lo que ofrezca, ¡no se lo vendas!. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
—Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender YA, no puedo dar más de 58 monedas de oro por su anillo. —¡58 monedas! —exclamó el joven. —Sí —replicó el joyero—, yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé…. si la venta es urgente…le daré 58 .
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
—Siéntate —dijo el maestro después de escucharlo. —Tu eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Qué haces pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Todos somos como esta joya, valiosos y únicos, y andamos por los mercados de la vida pretendiendo que gente inexperta nos valore.
Germán Berdiales
viernes, 25 de agosto de 2006
Las tazas
Pronto la conversación tornó a quejas sobre el estrés en el trabajo y la vida.
Al ofrecerles café a sus visitas, el profesor fue a la cocina y regresó con un termo de café y una variedad de tazasde porcelana, plástico, vidrio, cristal, algunas comunes, algunas caras, algunas exquisitasy les pidió que se sirvieran el café caliente.
Cuando todos los estudiantes tenían su taza en mano, el profesor dijo:
"Si se han fijado, todas las tazas bonitas y caras han sido tomadas, dejando atrás las comunes y baratas.
Aunque es normal que quieran solo lo mejor para ustedes, ese es el origen de sus problemas y estrés.
Lo que en realidad querían era café, no la taza, pero concientemente tomaron las mejores tazas y las estuvieron comparando con las tazas de los demás.
Ahora, si la vida es el café, entonces sus trabajos, el dinero y su posición social son las tazas:
Son solo herramientas para sostener y contener Vida, pero la calidad de la Vida no cambia.
A veces, al concentrarnos solo en la taza, dejamos de disfrutar el café en ella".
Por lo tanto, no dejes que la taza te guíe... mejor goza el café.
Recibido a través de Luna
jueves, 24 de agosto de 2006
El amor y la locura
Recibido a través de brisa_barna
miércoles, 23 de agosto de 2006
El pescador
Recibido a través de Mayte
martes, 22 de agosto de 2006
La pestaña del lobo
lunes, 21 de agosto de 2006
El valor de las mujeres
Autor desconocido
domingo, 20 de agosto de 2006
Una lección importante
Autor desconocido
sábado, 19 de agosto de 2006
Cuando hay un poco de plata
Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver gente y comienza a verse solo a sí mismo.
Autor desconocido
viernes, 18 de agosto de 2006
La historia de San Valentín
Cuenta la historia que mientras estuvo preso y en espera de ser ejecutado, él sucumbió a las flechas de Cupido al enamorarse de la hija ciega de su carcelero, con la que obró el milagro de devolverle la vista. Antes de ser ejecutado, Valentín escribió a su amada un mensaje que terminaba con la frase "de su Valentín". Y desde entonces se conmemoró la fecha de su muerte como Día de los Enamorados.
jueves, 17 de agosto de 2006
¿Casarme de nuevo?
No ha sido nada fácil. La verdad no te la cuentan ni las películas, ni las telenovelas, ni tu mamá… Convivir con otra persona toda tu vida, es duro. Quizá porque cuando te casas no te conoces bien a ti misma y mucho menos al otro. Las novedades resultan un tanto “asustadoras”. No lo digo sólo por él. Sé que no soy perfecta y me descubro muchas veces queriendo mejorar mil cosas de mí misma que ni yo aguanto… cuánto menos el otro…
Pero si me preguntas, ¿lo volverías a hacer? te digo sin dudar que sí, sí me volvería a casar con él nuevamente. No, no me he vuelto loca, te explico. Lo que pasa es que en el día a día todos nos quejamos de lo momentáneo que nos está preocupando, o exigiendo donarnos más. Estás cansada, tensa, pensando en cómo vas a resolver tal problema y lo que nos sale muchas veces hacia el exterior es justo lo que en ese momento nos incomoda, preocupa…
¿Te has fijado que cuando le preguntas a alguien como estás, suelen decirte un “bien” como rutinario sin vida… otros te dicen lo difícil que está algo, lo frío del tiempo, lo mal que jugó tal equipo de fútbol? Sin embargo, tenemos casos de personas que te dicen que todo va fenomenal… y piensas que seguro no me tiene confianza para decir la verdad.
Sin esfuerzo imposible
Algo así pasa cuando hablamos de nuestras vidas familiares. Hay un deje de pudor o vergüenza para decir que todo va bien. Te cohíbe contar lo bueno, lo feliz, lo pleno de tu matrimonio, de tu familia. Quizá porque frente a un rutinario “¿como estás?” no crees que quien lo pregunta quiera realmente escuchar lo feliz que te encuentras porque ayer tu hija de 4 años te dijo lo mucho que te quiere. Ni pensar en comentar en plan orgulloso de tu esposo, cuán amoroso es cuando llega a casa cansado con un ¡Hola, ya llegué! y lo primero que hace es buscarte para darte el “beso de arribo”, que por cierto, a los niños les encanta ver. Mucho menos el decir a los demás lo bueno que es cuando él cocina (sólo le falta aprender a lavar lo que ensucia). El sábado me fui a dormir agotada y el domingo para que “descanse de los niños”, se los llevó con él al súper. Y lo mejor es que llegó con la comida comprada… hasta el postre. ¡Todos felices! Estas pequeñas cosas son las que hacen grande la vida en familia, los detalles en donde veo que él busca cómo hacerme feliz y yo trato de hacer lo mismo. Los dos hemos tenido que esforzarnos por mejorar, ceder, aprender a discutir sin herir, saber escuchar abiertos al pensar del otro (cosa que exige mucha generosidad), aprender a pedir perdón a tiempo y a perdonar regresando toda la confianza sin guardar mucha memoria.
Pensándolo más detenidamente, ¿Quién puede celebrar el día de los enamorados mejor que nosotros que hemos probado el amor verdadero en el tiempo?
Mariana de la Torre
miércoles, 16 de agosto de 2006
¿Cuántos años tenemos?
Y luego explicó:
-Tengo, en efecto, los años que me quedan de vida; los vividos no los tengo, como no se tienen las monedas que se han gastado.
martes, 15 de agosto de 2006
Historia de una sirena
Porque como bien sabemos todos, es necesaria toda
una gama de granitos de arena acrisolados para
formar el cuerpo de una sirena que se precie.Un día, cerca de ella sintió la espuma cálida y rodóde vuelta al mar, quien ávido la devoró entera.Lo que sentió, es otra historia , que les contaréquizas otro día.
Recuerdo aún,sin embargo, la palidezgris del dia y la increíble agilidad de su cola de pezbajo el agua. No podría contarles su vida de mujer sumergida. Lesdejo mejor un ejercicio de imaginación.Sólo puedo destacar el increíble revuelo que causaba
entre las criaturas marinas su larga cabellera
ondeando en las aguas, algo jamás visto en las
profundidades. Su nombre es Mar, es sirena. Tiene siete vidas aunintactas.Nutre su espíritu con lágrimas de luna y amoresimposibles. Le gustan las corrientes de agua viva...ylos marineros que se dejan seducir.
Germán Berdiales
lunes, 14 de agosto de 2006
Perpetuidad
Ante semejante majestuosidad, nuestro Amor.
Desnudas las almas, desnudas los cuerpos,
Fusionados el uno con el otro.
Nuestras manos se entrelazaban,
Así como las enredaderas, así como
Las serpientes en sus nidos,
Así como el amor de los grandes enamorados… Nosotros…
Allí nos encontrábamos, el afecto fluía del uno hacia el otro,
Cual energía cósmica penetrando profundo,
Haciendo de nuestras ánimas
Indefensas ante tanta excelencia de genuino Amor,
Una transparente zona de riesgo por el temor a
Perder semejante caldera de sentimientos.
Allí, en donde se terminan nuestros límites,
Allí se perdían los mismos, sin encontrase mas.
Allí en ese mismo lugar,
En donde la nada se convierte en el todo,
Allí es en donde
Nos reconocimos, nos palpamos y amamos
Hasta que el descontrol nos volatilizo
En una sola luz, acoplándonos hacia lo perpetuo.
Allí en donde la moda, los souvenir,
Los buenos modales… allí, justo allí,
Allí estábamos los dos,
Destilando fluidos por nuestros cuerpos que ya eran etéreos.
Cuánto nos cortejamos, nos cuidamos… nos apreciamos…
Cuántas formas diferentes de Amor…
Cuando estábamos allí, cuando estamos aquí y allá.
Somos almas gemelas que libres como el céfiro,
Vuelan juntas, sin importar hacia adonde van,
Pero juntas, abrigando este afecto incontrolable.
Allí… allí estábamos los dos… y estaremos siempre…
Ana Maria Cerutti
domingo, 13 de agosto de 2006
El científico y el ego
Como era un experto en la naturaleza humana, se le ocurrió una ingeniosa estrategia para identificarlo.
Regresó de nuevo a la tierra y dijo:-
"Debe de ser usted un genio señor, para haber elaborado tan perfectas reproducciones de sí mismo. Sin embargo, hedescubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto".El científico pegó un salto y gritó:- "¡Imposible! ¿Dónde está el defecto?".- "Justamente aquí", respondió el ángel mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo.
Autor desconocido
sábado, 12 de agosto de 2006
La arquitecta
Germán Berdiales
viernes, 11 de agosto de 2006
El pan de cada día
Ricardito no aguantó el olor rico del pan y dijo:- Papá, tengo hambre!!!El padre, Agenor, sin tener un centavo en el bolsillo, caminando desde muy temprano buscando un trabajo, mira con los ojos mareados al hijo y le pide un poco más de paciencia...- Pero papá, desde ayer no comemos nada, tengo mucha hambre, papá!!!Avergonzado, triste y humillado en su corazón de padre, Agenor le pidió al hijo que esperara en la vereda y entró en la panadería que estaba en frente... Al entrar se dirige a un hombre en el mostrador:- Señor, estoy con mi hijo de tan sólo 6 años en la puerta, con mucho hambre no tengo ninguna moneda, pues salí temprano para buscar un empleo y nada encontré, le pido que en el nombre de Jesús me dé un pan para que yo pueda matar el hambre de ese niño, en cambio puedo barrer el piso de su establecimiento, lavar los platos y vasos, u otro servicio que usted necesite.Amaro, el dueño de la panadería se extrañó de aquel hombre de semblante calmo y sufrido, que pide comida a cambio de trabajo y le dijo que llame al hijo...
Agenor tomó al hijo de la mano y lo presentó a Amaro, que inmediatamente les pidió que los dos se sienten junto al mostrador, donde mandó servir dos platos de comida del famoso PH (Plato Hecho) - arroz, poroto, bife y huevo..Para Ricardito era un sueño, comer después de tantas horas en la calle...Para Agenor, un dolor más, ya que comer aquella comida maravillosa lo hacía recordar a la esposa y a dos hijos que quedaron en casa solamente con un puñado de arroz...Gruesas lágrimas bajaban de sus ojos ya en el primer bocado...La satisfacción de ver a su hijo devorando aquel plato simple como si fuera un manjar de los dioses, y el recuerdo de su pequeña familia en casa, fue demasiado para su corazón tan cansado de más de dos años de desempleo, humillaciones y necesidades...Amaro se aproximó a Agenor y percibiendo su emoción, bromea para relajar:- ¡Oh, María!!! Tu comida debe estar muy fea... Mira a mi amigo, ¡hasta está llorando de tristeza de ese bife!, ¿será que es suela de zapato?!?!Inmediatamente, Agenor sonrió y dijo que nunca comió comida tan apetitosa,y que agradecía a Dios por tener ese placer...Amaro le pidió entonces que se tranquilice, que almorzase en paz y después conversarían acerca de trabajo...Más confiado, Agenor secó las lágrimas y empezó a almorzar, ya que su hambre ya estaba en las espaldas... Después del almuerzo, Amaro invitó a Agenor para conversar en los fondos de la panadería, donde había un pequeño escritorio...Agenor contó entonces que hacía más de dos años había perdido el empleo y desde entonces, sin una especialidad profesional, sin estudios, estaba viviendo de pequeñas "changas aquí y allí", pero que desde hacía semanas no conseguía nada...
Amaro resolvió entonces contratar a Agenor para servicios generales en la panadería, y apenado, le prepara al hombre una canasta básica con alimentos para por lo menos 15 días... Agenor con lágrimas en los ojos agradeció la confianza de aquel hombre y marcó para el día siguiente su inicio en el trabajo.Al llegar en casa con toda aquella "cantidad", Agenor es un nuevo hombre.
Sentía esperanzas, sentía que su vida tomaría nuevo impulso... Dios le estaba abriendo más que una puerta, era toda una esperanza de días mejores..Al día siguiente, a las 5 de la mañana, Agenor estaba en la puerta de la panadería ansioso para iniciar su nuevo trabajo...Amaro llegó luego y sonrió a aquel hombre que ni él sabía porqué, estaba ayudando... Tenían la misma edad, 32 años, e historias diferentes, pero algo dentro de él lo llamaba para ayudar a aquella persona... Y, no se equivocó. Durante un año,Agenor fue el más dedicado trabajador de aquel establecimiento, siempre honesto y extremadamente celoso con sus deberes...Cierto día, Amaro llamó a Agenor para una charla y le habló de una escuela que abrió lugares para la alfabetización de adultos a una cuadra arriba de la panadería, y que él tenía interés que Agenor estudiara..Agenor nunca se olvidó de su primer día de clase: la mano trémula en lasprimeras letras y la emoción de la primera carta...
Doce años pasaron desde aquel primer día de clases...
Vamos a encontrar al Dr. Agenor Baptista de Medeiros, abogado, abriendo su oficina a su cliente, y después a otro, y después a otro más... Al medio día baja para un café en la panadería del amigo Amaro, que quedaimpresionado en ver al "antiguo empleado" tan elegante en su primer traje...Diez años pasan, y el Dr. Agenor Baptista, con una clientela en la que mezcla los más necesitados que no pueden pagar con los más adinerados que pagan muy bien; decidió crear una institución que ofrece a los desvalidos de la suerte, que andan por las calles, personas desempleadas y carenciados de todo tipo, un plato de comida diariamente a la hora del almuerzo...Más de 200 comidas se sirven diariamente en aquel lugar administrado por su hijo, el ahora nutricionista Ricardo Baptista...Todo cambió, todo pasó, pero la amistad de aquellos dos hombres, Amaro y Agenor impresionaba a todos los que conocían un poco de la historia de cada uno...Cuentan que a los 82 años los dos fallecieron el mismo día, casi que en la misma hora, muriendo plácidamente con una sonrisa del deber cumplido... Ricardito, el hijo, mandó grabar delante de la "Casa del Camino", que su padre fundó con tanto cariño:
Un día yo tuve hambre, y me alimentaste.Un día yo estaba sin esperanzas y me diste un camino.Un día me desperté solo, y me diste tu calor y confianza, eso no tiene precio.Que Dios habite en tu corazón y alimente tu alma.¡¡¡Y que te sobre el pan de la misericordia para extender a quien necesita!!!"
jueves, 10 de agosto de 2006
Cómo lograr más apoyo
El mercader se paro en la calle ,orgulloso y con voz firme y entusiastaempezó a decir a quienes pasaban por alli.- Señoras y señores , que oportunidad ,estamos ofreciendo esta ganga, esta rara posibilidad ,de adquirir por un fabuloso precio, este hermoso animal ,produce 12 botellas de leche diarias, y eso que esta un poco flaca,que tal cuando engorde -enfatizaba -ha tenido dos terneros premiados en las ferias localesy el precio es increíble.Poco a poco la gente se fue acercando intrigadapor la propuesta del hábil mercader.Cuando varios preguntaron interesados por el precio de la vaca,el comerciante se acerco al dueño quien observaba con atenciónY le pregunto - Bueno amigo, ya hay varios intensados ,al fin, en cuanto vende la vaca ?El dueño de la vaca se paro recto, subió la cabeza con orgulloy respondió casi con desprecio- Ese animal tan bueno no lo vendo.
miércoles, 9 de agosto de 2006
Los anteojos de Dios
Había encontrado en los bolsillos del alma unos pocos recibos "Que Dios se lo pague", medio arrugados y amarillentos por lo viejo. Fuera de eso, bien poco más. Pertenecía a los ladrones de levita y galera, de quienes comentó un poeta: "No dijo malas palabras, ni realizó cosas buenas".
Parece que en el cielo las primeras se perdonan y las segundas se exigen. Todo esto ahora lo veía clarito. Pero ya era tarde. La cercanía del juicio de Tata Dios lo tenía a muy mal traer.
Se acercó despacito a la entrada principal, y se extrañó mucho al ver que allí no había que hacer fila. O bien no había demasiados clientes o quizá los trámites se realizaban sin complicaciones. Quedó realmente desconcertado cuando se percató no sólo de que no se hacía fila sino que las puertas estaban abiertas de par en par, y además no había nadie para vigilarlas. Golpeó las manos y gritó el Ave María Purísima. Pero nadie le respondió. Miró hacia adentro, y quedó maravillado de la cantidad de cosas lindas que se distinguían. Pero no vio a ninguno. Ni ángel, ni santo, ni nada que se le pareciera. Se animó un poco más y la curiosidad lo llevó a cruzar el umbral de las puertas celestiales. Y nada. Se encontró perfectamente dentro del paraíso sin que nadie se lo impidiera.
-¡Caramba ’se dijo’· parece que aquí deben ser todos gente muy honrada! ¡Mira que dejar todo abierto y sin guardia que vigile!
Poco a poco fue perdiendo el miedo, y fascinado por lo que veía se fue adentrando por los patios de la Gloria. Realmente una preciosura. Era para pasarse allí una eternidad mirando, porque a cada momento uno descubría realidades asombrosas y bellas.
De patio en patio, de jardín en jardín y de sala en sala se fue internando en las mansiones celestiales, hasta que desembocó en lo que tendría que ser la oficina de Tata Dios. Por supuesto, estaba abierta también ella de par en par. Titubeó un poquito antes de entrar. Pero en el cielo todo termina por inspirar confianza. Así que penetró en la sala ocupada en su centro por el escritorio de Tata Dios. Y sobre el escritorio estaban sus anteojos. Nuestro amigo no pudo resistir la tentación ’· santa tentación al fin ’· de echar una miradita hacia la tierra con los anteojos de Tata Dios. Y fue ponérselos y caer en éxtasis. ¡Que maravilla! Se veía todo clarito y patente. Con esos anteojos se lograba ver la realidad profunda de todo y de todos sin la menor dificultad. Pudo mirar profundo de las intenciones de los políticos, las auténticas razones de los economistas, las tentaciones de los hombres de Iglesia, los sufrimientos de las dos terceras partes de la humanidad.
Entonces se le ocurrió una idea. Trataría de ubicar a su socio de la financiera para observarlo desde esta situación privilegiada. No le resulto difícil conseguirlo. Pero lo agarró en un mal momento. En ese preciso instante su colega esta estafando a una pobre mujer viuda mediante un crédito bochornoso que terminaría de hundirla en la miseria por sécula seculorum. (En el cielo todavía se entiende latín). Y al ver con meridiana claridad la cochinada que su socio estaba por realizar, le subió al corazón un profundo deseo de justicia.
Nunca le había pasado en la tierra. Pero, claro, ahora estaba en el cielo. Fue tan ardiente este deseo de hacer justicia, que sin pensar en otra cosa, buscó a tientas debajo de la mesa el banquito de Tata Dios, y revoleándolo por sobre su cabeza lo lanzó a la tierra con una tremenda puntería. Con semejante teleobjetivo el tiro fue certero. El banquito le pegó un formidable golpe a su socio, tumbándolo allí mismo.
En ese momento se sintió en el cielo una gran algarabía. Era Tata Dios que retornaba con sus angelitos, sus santas vírgenes, confesores y mártires, luego de un día de picnic realizado en los collados eternos. La alegría de todos se expresaba hasta por los poros del alma, haciendo una batahola celestial. Nuestro amigo se sobresalto. Como era pura alma, el alma no se le fue a los pies, sino que se trató de esconder detrás del armario de las indulgencias. Pero ustedes comprenderán que la cosa no le sirvió de nada. Porque a los ojos de Dios todo está patente. Así que fue no más entrar y llamarlo a su presencia. Pero Dios no estaba irritado. Gozaba de muy buen humor, como siempre. Simplemente le preguntó qué estaba haciendo.
La pobre alma trató de explicar balbuceando que había entrado a la gloria, porque estando la puerta abierta nadie la había respondido y él quería pedir permiso, pero no sabía a quién.
-No, no ’le dijo Tata Dios’· no te pregunto eso. Todo está muy bien. Lo que te pregunto es lo que hiciste con mi banquito donde apoyo los pies.
Reconfortado por la misericordiosa manera de ser de Tata Dios, el pobre tipo se animó y le contó que había entrado en su despacho, había visto el escritorio y encima los anteojos, y que no había resistido la tentación de colocárselos para echarle una miradita al mundo. Que le pedía perdón por el atrevimiento.
-No, no ’volvió a decirle Tata Dios’· Todo eso está muy bien. No hay nada que perdonar. Mi deseo profundo es que todos los hombres fueran capaces de mirar el mundo como yo lo veo. En eso no hay pecado. Pero hiciste algo más. ¿Qué pasó con mi banquito donde apoyo los pies?
Ahora sí el ánima bendita se encontró animada del todo. Le contó a Tata Dios en forma apasionada que había estado observando a su socio justamente cuando cometía una tremenda injusticia y que le había subido al alma un gran deseo de justicia, y que sin pensar en nada había manoteado el banquito y se lo había arrojado por el lomo.
-¡Ah, no! ’volvió a decirle Tata Dios’. Ahí te equivocaste. No te diste cuenta de que si bien te habías puesto mis anteojos, te faltaba tener mi corazón. Imagínate que si yo cada vez que veo una injusticia en la tierra me decidiera a tirarles un banquito, no alcanzarían los carpinteros de todo el universo para abastecerme de proyectiles. No mi hijo. No. Hay que tener mucho cuidado con ponerse mis anteojos, si no se está bien seguro de tener también mi corazón.
Y el hombre se despertó todo transpirado, observando por la ventana entreabierta que el sol ya había salido y que afuera cantaban los pajaritos.
Graciela E. Prepelitchi
martes, 8 de agosto de 2006
El dolor de los demás
Pero en cambio, Buda pensó que si no podía resucitar al niño, podía al menos mitigar el dolor de aquella madre ayudándole a entender. Por eso le dijo que para curar a su hijo necesitaba unas semillas de mostaza, pero unas semillas muy especiales, unas semillas que se hubieran recogido en una casa en la cual en los tres últimos años no se hubiese pasado algún gran dolor o sufrido la muerte de un familiar. La mujer, al ver crecida así su esperanza, corrió a la ciudad buscando de casa en casa esas milagrosas semillas. Llamó a muchas puertas. En unas había muerto un padre o un hermano; en otras, alguien se había vuelto loco; en las de más allá había un viejo paralítico o un muchacho enfermo. Llegó la noche y la pobre mujer volvió con las manos vacías, pero con paz en el corazón. Había descubierto que el dolor era algo que compartía con todos los humanos.
Alfonso Aguiló
lunes, 7 de agosto de 2006
Mar y sus amantes
Sorprendida aun por la energía que cosquilleaba por todo su cuerpo , se dirigió hacia el tocador , donde se dispuso a colocar su maquillaje, como lo hacia día tras día . Se sentó allí , entre sus pensamientos , mientras que el espejo la espiaba con curiosidad, ya que el también se había dado cuenta de que algo distinto se reflejaba en esa ceja , sobre la cual Mar expertamente dibujaba una coma de terciopelo más. De repente , se escuchó el estruendo de algo que se rompía como un cristal dentro de ella . "No! Esto no puede continuar !! Se acabó!!!" gritó con desesperación, la mujer " Se acaban ahora mismo , las bases de crema, los falsos semblantes, los " si señor" , los pensamientos prestados , las muecas , hoy no me someto a nada , a partir de hoy seré YO misma!"
Dicho y hecho. Para empezar, tiró por la ventana el perfume que le habían obsequiado y que tan repugnante le resultaba . Luego a la basura fue a dar ese sweater gris que detestaba, pero que colgaba como reliquia en la manija de la puerta de su cuarto por haber sido aquel que … bah!! Ya ni se acordaba. Luego salió y compró una cama nueva, amplia . " Quiero una King size" le dijo con entusiasmo al vendedor, quien escondía tras una picara sonrisa la pregunta : Por que? " Porque tengo un corazón muy grande" respondió Mar , a la muda pregunta. Adornó su nuevo lecho con enredaderas y flores , con velos y sábanas traídas del oriente. Una vez la cama estuvo lista y minuciosamente decorada, Mar envió invitaciones a todos los hombres que amaba . "Deseo hacer el amor con el hombre que amo" decía la tarjeta. Llegaban hombres de todos lados, de la Patagonia , de Francia , de Inglaterra, de Formentera, hasta de Mississipi llegó un caballero. De México y de España llegaron más de uno. Un verdadero diluvio de hombres se derramaba. Tal fue la respuesta que su cama tuvo que ser alterada , agrandada hasta que un muro tuvo Mar que derrumbar, porque el dicho lecho ocupaba dos cuartos. Luego felices como aves en un jardín , los amantes se deslizaron bajo el edredón del enorme lecho , que Mar había encargado fuese tejido con hilos de plata y bordado con trocitos de estrella. Allí estaban todos, con el edredón cubriéndoles hasta la puntita de la nariz... Esperándola. Entonces Mar hizo su entrada , tal como una hada mística, con rostro de luna y alas de seda. Lentamente, como la reina de Inglaterra caminó con pasos suaves y elegantes y al ir destapando de uno en uno los cuerpos desnudos de sus 100 amantes, con sus labios húmedos, colocó un poema en la frente de cada uno de ellos. Las palabras salían de sus labios como lluvia de verano cayendo dulcemente sobre los cuerpos sedientos de caricias olvidadas.
Entonces, cuando los hubo regado todos con dulzura y cariño , en ese momento mágico donde todo y cualquier cosa puede suceder, todos los lobos del mundo dejaron de aullar, el mar cesó de atacar la playa, en el Golfo de Mexico se disiparon los huracanes …todo fué silencio ….Y hubiese sido total silencio , si no se hubiera escuchado en el cuarto la melodía que lograban componer, los corazones latiendo en unísono , de Mar y sus cien amantes.
Germán Berdiales
domingo, 6 de agosto de 2006
El árbol confundido
Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste.
El pobre tenía un problema: "No sabía quién era"...
Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano, - Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosísimas manzanas-. -¿Ves qué fácil es?-
-No lo escuches...-, exigía el rosal. -Es más sencillo tener rosas.. - ¿Ves qué bellas son?
Y el árbol, desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, le dijo: -No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución-:
-¡No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas. Sé tu mismo, conócete, y para lograrlo, escucha tu voz interior!-.
Y dicho esto, el búho desapareció.
-¿Mi voz interior?... ¿Ser yo mismo?... ¿Conocerme?... - Se preguntaba el árbol, desesperado,...
¡CUANDO DE PRONTO, COMPRENDIÓ!
Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole: -Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera, porque no eres un rosal-.
-¡Eres un roble!-. -Y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje... Tienes una misión: ¡Cúmplela!.
Y el árbol se sintió fuerte y seguro de si mismo, y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado.
Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.
Yo me pregunto, al ver a mi alrededor, -¿Cuántos serán robles que no se permiten a si mismos crecer?....
¿Cuántos serán rosales que, por miedo al reto, sólo dan espinas?.... ¿Cuántos, naranjos que no saben florecer?
Autor desconocido
sábado, 5 de agosto de 2006
La buena ardilla
Érase una vez un niño chiquitín. Este niño era solamente la mitad de grande de lo que eran los demás niños de su edad. Su padre lo llamaba Lu: nombre bonito y breve. Su madre lo llamaba Lulu. Su abuela, empero, que lo quería de todo corazón y no se cansaba nunca de él, lo llamaba Lululu.
Lu era ágil como un armiño y podía trepar como una ardilla. Lo malo era que con ello se desgarraba cada día los pantaloncitos y la camisita. La abuela se lo remendaba todo con mucha paciencia. Pero un día ella se encontraba enferma en la cama, y así tenía la madre mucho que hacer. Como el chiquillo volviera, además, a casa con rotos en la ropa, dijo ella:
-Lulu, basta ya de ser destrozón. Aquí tienes el vestido de las fiestas. Si vuelves a trepar de nuevo con él por los árboles, tendrás que ir mañana con agujeros y desgarrones a la iglesia.
Esto no le interesaba a Lu, naturalmente; pero cuando se halló de nuevo en el jardín, debajo del gran abeto, vio saltar alegremente a la ardilla de rama en rama. Sintió un cosquilleo en los diez dedos de las manos y de los pies que le impulsaba a imitar a la ardilla.
-¡Ay! -gritó-. ¡Ardilla, querida ardilla! ¿Te riñen también a ti, cuando se te rasga el vestido?
La ardilla aguzó las orejas. De un gran salto se sentó en la rama inferior y miró con sus inteligentes ojos abajo, hacia donde estaba Lu:
-Mi vestido no se me rasga nunca -contestó la ardilla-. Mi vestido lo ha cosido el buen Dios, y por ello durará hasta que me muera.
-¡Oh! -exclamó Lu-. El mío lo ha cosido sólo mi abuela. Se rasga todos los días, y por ello hoy no puedo trepar hasta tu nido; de lo contrario, tendría que ir mañana con desgarrones a la iglesia.
-¡Lástima! -gritó la ardilla.
Luego fue a brincar y había trepado ya hasta la mitad del tronco, cuando gritó entonces el chiquillo:
-¡Ardilla, querida ardilla, préstame tu vestido! ¡Sólo media horita! ¡Tengo tantas ganas de trepar!
-¿Y luego tendré yo que estar desnuda, sentada sobre esta rama? -preguntó la ardilla-. No, no; eso no me conviene.
-Tú puedes meterte en el nido, que está muy calentito, y mirar por la ventana. ¡Ay, sólo media horita!
El chiquillo derramaba lágrimas grandes como guisantes. Entonces no pudo seguir negándose la ardilla.
-¡Así, tómalo! ¡Pero no te entretengas más de media hora!
El chiquillo se quitó los pantalones y la camisita, y los dejó sobre las hojas secas, al pie del abeto. Luego se puso apresuradamente el pardo abrigo de pieles de la ardilla, mientras ésta, completamente desnuda, se ocultaba presurosa en el redondo nido, en lo alto del abeto. Miró por la ventana y vio trepar tan hábilmente al chiquillo, que le pareció estar viendo a su primo.
La media hora pasó volando.
-¡Lu! -gritó la ardilla-. ¡Ya ha pasado media hora!
-Sí -contestó el chiquillo-; voy a cambiarme.
Y así quiso hacerlo. Pero, al llegar abajo, se encontró con que al pie del abeto no había ningún pantalón ni ninguna camisita que ver.
-Ardilla -exclamó Lu-; no te puedo devolver por ahora tu vestido.
-¿Cómo? ¿Por qué?
-Porque mi ropa ha desaparecido de aquí, y yo no puedo ir desnudo a casa.
-¿Ah, sí? ¿Y yo tengo que quedarme desnuda en mi nido? No, no; todo lo que quieras; ¡pero mi vestido tienes que devolvérmelo!
Entonces trepó Lu a lo alto del abeto. Allí se quitó el pardo abrigo de pieles, y la ardilla se deslizó dentro de él. Desnudo y temblando, se quedó sentado el chiquillo sobre la rama, sin saber qué hacer. Entonces habló la bondadosa ardilla:
-¡Vete a mi casita! ¡Cierra la puerta cuando venga la comadreja o la pérfida ave de rapiña! Yo iré en busca de tu vestidito. ¡Cuando lo haya encontrado, ábreme entonces la puerta!
Lu se deslizó en el redondo nido de la ardilla, y ésta se plantó en tres saltos sobre el verde césped, junto a un mirlo negro. Éste picoteaba con su amarillo pico en el suelo, sin mirar a su alrededor.
-Mirlo -dijo la ardilla-¿Has robado tal vez un vestidito de niño?
-¿Robado? ¡Yo no soy ningún ladrón! ¡Haz el favor de marcharte, si no quieres que te saque los ojos con mi pico!
Entonces huyó de allí la buena ardilla, llena de espanto.
En el corral encontró al pato.
-Patito contorneador ¿has visto tú acaso un vestidito de niño?
-¿Un vestidito de niño? ¿Un vestidito de niño? ¿Y qué quieres tú que yo hiciera con un vestidito de niño?
-Lu lo ha perdido. No, dicho en confianza: un ladrón se lo ha robado.
Al oír esto graznó el pato tan fuerte como pudo. Al oírle todos los animales del corral se acercaron corriendo.
-Schnädergeck -dijo el pato-; ¡ayúdennos todos a buscar! ¡Al pequeño Lu, a quien ya conocen todos ustedes, le han robado su vestido!.
El gallo cacareó fuerte, y las gallinas cloquearon, y todos batieron las alas en señal de que el suceso les afectaba profundamente. Como todos tenían en gran estima al pequeño Lu, ayudaron gustosos a buscar su vestidito. Delante de todos iba siempre la ardilla. Miraron atentamente por todos los rincones; pero ni en el patio ni en el jardín se veía ningún pantaloncito ni ninguna camisita. Entonces gritaron todos:
-¡Ladrón! ¡Ladrón! ¡Ladrón!
Delante de la ventana de la cocina dormía al sol el gato gris.
-¿Se refieren a mí? -gritó éste indignado -. Esto sí que no lo tolero yo.
Se irguió, juntó muy próximas sus cuatro patas, y arqueó el lomo.
-No, no -dijo la ardilla-. Al pequeño Lu, ya lo conoces tú también, al pequeño Lu le han robado su vestido.
-¿A mi Lu? ¿A mi Lulu? ¿A mi Lululu? ¿Quién es el ladrón? Le voy a sacar los ojos.
-Lo estamos buscando. ¡Ven con nosotros!
Entonces bajó el gato de un salto de la cornisa y marchó delante de todos, incluso de la ardilla. De repente, se quedó inmóvil.
-Se me ocurre una cosa. Pero, ¡procuren no hacer ruido!
Silenciosamente se deslizó el gato hasta la garita del perro. Fofó aguzó las orejas, después gruñó suavemente, y por último ladró con todas sus fuerzas.
-¿Qué buscan aquí las gallinas? ¿Y qué se le ha perdido al gato gris? ¡Que se me acerque éste, si se atreve!
Pero Micifuz se acercó, y sus ojos brillaron de ira; pues, ¿saben lo que vio en el fondo de la garita del perro? ¡El vestido del niño! Todo estaba allí: los pantalones grises, la camisita azul y blanca.
-¡Ladrón! -bufó el gato.
Fofó se preparó para la lucha. Estos vestidos no tenía que tocarlos nadie. Pertenecían a su joven señor, el querido Lu. El perro los había encontrado y recogido, y los llevaba vigilando toda una hora. Estaba dispuesto a defenderlos, aun cuando, además de las gallinas y del gato y de la ardilla, viniera también todo el establo; el vestido no lo daría más que a su joven señor.
Pero los gatos son más inteligentes que los perros. Micifuz susurró al oído de la ardilla:
-¡Cuando esté fuera el perro, cojan ustedes el vestido!
Y Fofó salió en verdad de su casita, pues el gato bufaba y arqueaba el lomo, y encendía dos fuegos en sus ojos. Y esto era demasiado para Fofó.
-¡Guau, guau! -gritó, y se lanzó sobre el gato, al que no podía sufrir.
Micifuz trepó al manzano más próximo, bufó hacia abajo, y Fofó ladró hacia arriba, mientras la ardilla se apoderaba de los pantaloncitos y la camisita, y los llevaba arriba, hacia el redondo nido, donde esperaba Lu lleno de ansiedad.
Cuando regresó Fofó a su casita, y no encontró en ella los vestiditos, se tendió sobre el vientre y aulló con aullidos que inspiraban lástima. No cesó de aullar hasta que apareció Lu. Al verlo se levantó de un salto y ladró fuertemente, agitando gozoso la cola. Ahora comprendió, de repente, la verdad de lo ocurrido y olvidó en su felicidad incluso su cólera contra Micifuz.
También Lu se sentía feliz; pues sus pantaloncitos estaban intactos. Al día siguiente no tendría que ir con desgarrones a la iglesia. Su madre no lo castigaría.
Anónimo Suizo
viernes, 4 de agosto de 2006
El chofer del sabio
Se cuenta que en los años 20 cuando un sabio era con frecuencia solicitado por las universidades para dar conferencias. Dado que no le gustaba conducir y sin embargo el coche le resultaba muy cómodo para sus desplazamientos, contrató los servicios de un chofer.
Después de varios días de viaje, El Sabio le comentó al chofer lo aburrido que era repetir lo mismo una y otra vez.
"Si quiere", le dijo el chofer, "le puedo sustituir por una noche. He oído su conferencia tantas veces que la puedo recitar palabra por palabra."
El Sabio le tomó la palabra y antes de llegar al siguiente lugar, intercambiaron sus ropas y el Sabio se puso al volante. Llegaron a la sala donde se iba a celebran la conferencia y como ninguno de los académicos presentes conocía a este erudito, no se descubrió el engaño.
El chofer expuso la conferencia que había oído a repetir tantas veces al su amo. Al final, un profesor en la audiencia le hizo una pregunta. El chofer no tenía ni idea de cual podía ser la respuesta, sin embargo tuvo un golpe de inspiración y le contesto:
"La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que mi chofer, que se encuentra al final de la sala, se la responda".
Autor desconocido.
jueves, 3 de agosto de 2006
Observando
Pedro cortejaba a una mujer muy bella, quería acostarse con ella y comprobar su machismo. Quería asi agrandar su pequeño ego.
Miguel, al contrario, estaba enamorado de una mujer tierna, esa que lo había sorprendido siendo para el lo que jamas esperaba pero todo lo que deseaba. Pero.. seria incapaz de abandonar a su esposa por ella. Eso nunca. No era el tipo de hombre que haría sufrir a nadie.
José hacia tiempo que admiraba de lejos a una chica muy femenina, nunca le dirigió la palabra, simplemente se dejaba encantar por ese ser carnal que dejaba a su paso el aroma de las flores y las docenas de miradas suspendidas y coquetas que cruzaban la suya con
ciertos esquives.
Manuel... Manuel se daba media vuelta cada vez que veía esa muchacha. Lo perturbaba, pero el nunca amaría a nadie, menos a ella. Tenía miedo. Mucho miedo de amar.
Sebastián había intentado tantas veces amar , pero era incapaz. No había remedio y esta vez no había sido distinto.
Eduardo, por otro lado, lo quería todo y apretó tan fuerte a su enamorada para retenerla, que como arena fina se le fué escapando entre los dedos.
¿A que viene todo esto?
No, no es nada. Simplemente que es la misma mujer. Es una sola ...
Esa es la palabra clave ...inmensamente SOLA.
miércoles, 2 de agosto de 2006
La otra mujer
Mi esposa me recomendó salir con otra mujer. Después de varios años de matrimonio descubrí una nueva manera de mantener viva la chispa del amor.
Desde hace poco había comenzado a salir con otra mujer, en realidad había sido idea de mi esposa.
- Tú sabes que la amas
- me dijo un día tomándome por sorpresa.
- La vida es muy corta, dedícale tiempo.
- Pero yo te amo a ti -protesté.
- Lo sé. Pero también la amas a ella.
La otra mujer a quien mi esposa quería que yo visitara, era mi madre, pero las exigencias de mi trabajo y mis hijos hacían que sólo la visitara ocasionalmente. Esa noche la llamé para invitarla a cenar y al cine.
- ¿Qué te ocurre? ¿Estas bien? me preguntó. Mi madre es el tipo de mujer que una llamada tarde, en la noche o una invitación sorpresiva es indicio de malas noticias.
- Creí que sería agradable pasar algún tiempo contigo
- le respondí - ¡Los dos solitos!.
-¡Qué opinas?
- Reflexionó sobre ello un momento.
- Me gustaría muchísimo
- dijo.
Ese viernes mientras conducía para recogerla después de mi trabajo me encontraba nervioso, era el nerviosismo que antecede una cita...
y por Dios, cuando llegué a su casa, vi que ella también estaba
muy emocionada!. Me esperaba en la puerta con su viejo abrigo puesto, se había rizado el pelo y usaba el vestido con el que celebró su último aniversario de bodas, su rostro sonreía, irradiaba luz como un ángel.
- Les dije a mis amigas que iba a salir con mi hijo y se mostraron muy emocionadas- me comentó mientras subía a mi auto
No podrán esperar a mañana para escuchar acerca de nuestra velada.
Fuimos a un restaurante no muy elegante, pero si muy acogedor, mi madre se aferró a mi brazo como si fuera "La Primera Dama de la Nación".
Cuando nos sentamos tuve que leerle el menú. Sus ojos sólo veían grandes figuras. Cuando iba por la mitad de las entradas, levanté la vista; mi mamá esta sentada al otro lado de la mesa y sólo me miraba. Una sonrisa nostálgica se le delineaba en los labios.
-Era yo quien te leía el menú cuando eras pequeño ¿Recuerdas?
- Entonces es hora de que te relajes y me permitas devolver el favor - respondí. Durante la cena tuvimos una agradable conversación, nada extraordinario, sólo ponernos al día uno con la vida del otro.
Hablamos tanto que nos perdimos el cine.
- Saldré contigo otra vez, pero sólo si me dejas invitar, dijo mi madre cuando la llevé a su casa, asentí, la besé, la abracé.
-¿Cómo estuvo la cita?
- quiso saber mi esposa cuando llegué aquella noche.
- Muy agradable, gracias, Mucho más de lo que imagine - le contesté.
Días más tarde mi madre murió de un infarto masivo, todo fue tan rápido, no pude hacer nada.
Al poco tiempo recibí un sobre del restaurante donde habíamos cenado mi madre y yo y una nota que decía: "La cena está pagada por anticipado, estaba casi segura que no podría estar allí, pero igual pagué para dos, para ti y tu esposa, jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mi. ¡Te amo!.
En ese momento comprendí la importancia de decir a tiempo "TE AMO" y de darles a nuestros seres queridos el espacio que se merecen; nada en la vida será más importante que Dios y tu Familia, dales tiempo porque ellos no pueden esperar.
Autor desconocido
martes, 1 de agosto de 2006
El cangrejito volador
profundo en la tierra, cuando, sin más ni más, vino una paloma
torcaza a darle conversación.
-¡Bonito que te está quedando el pozo ese! –dijo la paloma-, y el
cangrejo levantando los tarritos de sus ojos, la miró tranquilo y
respondió:
-No se trata de un pozo, estoy haciendo mi casa.
-¡Cómo!- exclamó asombrada la paloma -¿Ese oscuro agujero es tu casa?
-Pues.... sí, mi casa.
-¿Cómo se entiende ese disparate muchacho?
-¡Ah!, ¿qué no?
-¿Pero te parece poco llamarle casa a un agujero en la tierra?
Escucha: si puedes vivir en la rama de un árbol ¿cómo vas a habitar
en el fondo de un pozo oscuro?
-Señora –dijo dignamente el cangrejito-, ¿se olvida usted de que está
hablando con un crustáceo? No soy una paloma, señora.
-¿Pero eso qué importa si eres cangrejo con voluntad?
"Un cangrejo con voluntad", se dijo el cangrejito- levantando
directamente al cielo los tarritos de sus ojos. "¿Sería posible
eso?". Mas, enseguida contuvo su entusiasmo.
-¿Cómo vas a pasarte la vida bajo tierra?
-Pero... es que toda mi familia lo ha hecho siempre así....
-Ya me imagino a toda tu familia; es decir, por uno que empezó una
vez, todos los demás han seguido haciendo lo mismo. ¿Y es que en tu
familia no hay aspiraciones?
-Bueno, hay cangrejos... aspiraciones, que yo sepa, no.
-Bien –dijo la paloma- entonces tú vas a ser el primero de los tuyos
que viva en un árbol.
-¡Cómo! ¿Yo vivir en un árbol?
-Tú, el primero de todos.
-¡Pero mire, señora Paloma, que mi abuelo me mandó esta mañana a que
hiciera mi cueva, diciéndome que ya es hora de fabricarla como hacen
los demás!
-Pero, muchacho, contesta una cosa: ¿qué casa estas fabricando?
-La mía señor, ¿cuál otra?-
-Ninguna, porque... ¿cuándo tú has visto una casa sin puertas ni
ventanas?
-Bueno.... no; verdad que no la he visto.
-¿Entonces dónde vas a hacer allá abajo una ventana y qué fresco y
qué luz van a entrar por ella?
-Tiene razón.
-Y hasta suponiendo que hubiera una ventana sin fresco y sin luz,
¿qué pajarito se pondría a cantar en ella cuando llegue el verano?>
-No, ninguno.
-Entonces está claro; hazte una casa en el aire, muchacho.
-Pero ... ¿en el aire?
-Quiero decir en la rama de un árbol, de un pino, de un júcaro, de un
dagae, en el polo del monte que más te guste.
-¡Un nido!
-Eso, un nido fresco que lo meza el viento. De día cerca del Sol, de
noche cerca de las estrellas.
-¡Ah! ¡qué bueno sería! En el fondo, los cangrejos todos queremos
llegar a las estrellas... Pero enseguida se entristeció:
-¡Pero es que soy solamente un cangrejo!
-¡Déjese de historias! ¡Usted es lo que usted quiera ser! ¡Sea pues,
un crustáceo con voluntad!
Y como si estuviera cansada de hablar, la paloma torcaza batió sus
alas y salió volando por encima del joven cangrejo, quien con los
tarritos de sus ojos la siguió mirando hasta que se perdió en el
viento.
Mas, ya el cangrejito no podía seguir haciendo su cueva en la tierra.
Así que aquella misma tarde, después de que se lavó las tenazas en el
río fue directo a ver a su abuelo.
-Abuelo, quiero fabricar mi casa fuera de la tierra.
-¡Cómo! –exclamó el abuelo, cayéndosele la comida de la boca.
-Sí. Voy a hacerlo si es posible en el copito de un caguairán.
-¡Hijo mío! –dijo entonces mirándolo muy preocupado-, tienes que
tener cuidado con las hierbas que comes. A ver, ¿qué has comido, hijo
mío?
-Palmiche, abuelo, pero hablé con la paloma torcaza...
-¿Con esa loca?
-Me ha dicho que es un disparate vivir bajo tierra como una lombriz.
-Sea, pero ten en cuenta que tú no eres más que un cangrejo, muchacho.
-Un cangrejo que acaso un día pueda vivir cerca de las estrellas.
-Pero, qué diablos de casa es esa?
-Un nido, abuelo, un nido.
-¿Nido? ¿Y dónde están tus alas, muchacho?
-Pues, quién sabe con el tiempo si...
-Más, esta vez el abuelo no lo dejó terminar.
-¡Muchacho! –tronó, mientras tú seas cangrejo no hay ala que te salga
ni pluma que te cuelgue. Cangrejo naciste y cangrejo terminas.
-Pero el nieto estaba dispuesto a trabajar de todas maneras. Así que
se fue solo al monte y escogió el caguairán que le pareció más alto y
frondoso de todos.
-Era un trabajo difícil el que se había propuesto. Tendría que subir
y bajar el árbol cuantas veces fuera necesario para construir allá
arriba su nido. Mas, empezó sin miedo, echándose a las espaldas los
palitos secos y las bolsas de resina y todo lo que necesitaba para su
trabajo.
-Subía y bajaba clavando sus patas espinadas en el tronco, y lo hizo
tantas veces que formó un trillito de puntos en la corteza del
caguairán. Y no sólo era el trabajo que pasaba y el peligro que
corría sino las cosas que le decían los otros animalitos del suelo,
los que no vuelan.
-¡Loco, loco de a viaje está! –decía la jicotera encaramada en su
piedra del río-, ¡Y se revienta un día de estos! ¡vivir para ver!
Pero él ni siquiera contestaba. Subía y bajaba lento, incansable,
llevando su carga. A veces sucedía también que a mitad de camino, ya
no podía más y rodaba la carga. Entonces, firme, sin ceder, bajaba
hasta el suelo, cargaba de nuevo y tornaba a subir con los ojos fijos
allá arriba, donde estaba creciendo su nido en la punta de la rama
más alta.
Por su parte, el viejo abuelo estaba muy triste y acabó diciendo que
tenía un nieto chiflado, el primero en la familia.
Pero al fin, una mañana se corrió la voz por toda la isla.
De todas las provincias vinieron pájaros a visitarlo. De oriente
llegó un lindo senseremicó, con su cuello amarillo como una corbata
nueva. De Camagüey, un pájaro carpintero de pecho rojo y camisa de
guinga. De Santa Clara un zenzontle cantador que le decían el
Jilguero del Escambray. De Matanzas, la más dulce paloma de todas. De
La Habana, un zunzún azul que se paraba en el aire volando. Y por
fin, de Pinar del Río, un ruiseñor de Viñales al que le decían la
Flauta de Aragón.
Vinieron todos y alabaron el nido del cangrejito, que era como un
hermoso balcón al viento y la luz. Él dio las gracias a todos y les
ofreció guayabas maduras y pomarrosas del río.
Y en ese mismo día, al atardecer, fue que sintió sueño y se extrañó.
¿Acaso estaría enfermo? Jamás había sentido sueño al atardecer. Todo
lo contrario, porque esa es la hora en que los cangrejos salen a
pasear, la misma en que los pájaros se posan a dormir.
Pero en fin, se quedó dormido. Y cayó la tarde y pasó la noche con
sus estrellas y sus sputniks, mientras él dormía sosegadamente sin
darse cuenta de nada.
Más al otro día, cuando el sol tibio de la mañana lo hizo despertar,
sintió como si no cupiera en el nido. Levantó primero el tarrito de
un ojo y después el tarrito del otro. Miró a la derecha y quedó mudo
de asombro; miró a la izquierda y quedó mudo del mismo asombro; ¡Dos
Alas! ¡Dos alas encendidas como las plumas del tocororo le salían de
los costados! Le habían crecido durante la noche y eran más largas
que sus tenazas.
algunas hojas maduras del caguairán y se lanzó de frente al viento a
volar para siempre.
Desde aquella mañana todo el mundo vivía asombrado, con las caras
vueltas hacia arriba para ver el cangrejito volador atravesar el
aire, y hasta el viejo abuelo solía decir orgulloso ahora:
¡Tengo un nieto plumoso, lindo como un tocororo y vuela como el
viento!
Onelio Jorge Cardoso