La arrogancia de la fuerza
La aldea estaba amenazada por una tribu de bárbaros. Los habitantes fueron abandonando sus casas, y huyeron hacia un lugar más seguro.
Al final del año, todos habían partido, excepto un grupo de jesuitas.
El ejército bárbaro entró en la ciudad sin encontrar resistencia e hizo una gran fiesta para celebrar la victoria.
En mitad de la comida, apareció un padre jesuita.
-Habéis entrado aquí y habéis echado fuera la paz.
Os pido por favor que os vayáis sin demora.
-¿Por qué no has huido todavía?, gritó el jefe bárbaro.
-¿No ves que puedo atravesarte con mi espada sin siquiera pestañear?
-El padre respondió con calma:
-¿No ves que yo puedo ser atravesado por una espada sin siquiera pestañear?
Sorprendido por tan gran serenidad ante la muerte,
el jefe bárbaro y su tribu abandonaron el lugar al día siguiente.
La aldea estaba amenazada por una tribu de bárbaros. Los habitantes fueron abandonando sus casas, y huyeron hacia un lugar más seguro.
Al final del año, todos habían partido, excepto un grupo de jesuitas.
El ejército bárbaro entró en la ciudad sin encontrar resistencia e hizo una gran fiesta para celebrar la victoria.
En mitad de la comida, apareció un padre jesuita.
-Habéis entrado aquí y habéis echado fuera la paz.
Os pido por favor que os vayáis sin demora.
-¿Por qué no has huido todavía?, gritó el jefe bárbaro.
-¿No ves que puedo atravesarte con mi espada sin siquiera pestañear?
-El padre respondió con calma:
-¿No ves que yo puedo ser atravesado por una espada sin siquiera pestañear?
Sorprendido por tan gran serenidad ante la muerte,
el jefe bárbaro y su tribu abandonaron el lugar al día siguiente.
Autor desconocido
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