Una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, vi un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. Lo miré y de pronto lo reconocí. Me dí cuenta de que era Guno, el ciego del pueblo.Entonces, le dije: -¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano?¡Si tú no ves!
Entonces, el ciego me respondió: - Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria.Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi... No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.
Autor desconocido
Entonces, el ciego me respondió: - Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria.Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi... No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.
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